Texto sin importancia número quinientos doce
E
s de noche y estoy escribiendo en mi habitación azul. Todo está listo. La cámara está
encendida. Tengo medio vaso de cerveza. Un mini alcoholímetro diría que estoy casi
ebrio. Los personajes están a punto de llegar. Se supone que desarrollarán una comedia
trágica. A decir verdad no sé qué pasará. No sé cómo dirigirlos. No sé qué escribiré. Todo
puede suceder. Uno de los personajes me atrae mucho. Los otros no tanto, o tal vez sí.
Enciendo un cigarrillo y, espejo deforme, me veo del otro lado de la habitación en un segundo
cuerpo: el mismo acto/el mismo acto inverso. No me sorprendo. Esto siempre pasa en los
textos, pienso o intento convencerme. No me sorprendo. Exhalo humo azul durante unos
segundos y pienso que esto debe estar pasando por algún motivo. ¿Aburrimiento? ¿Mi ebria
soledad? Me quedo viendo fijamente a mí mismo. Ni idea de qué hacer cuando apareces en
segundo cuerpo en uno de tus textos. Pienso en decirle(me) algo pero no sé qué. ¿Cuál es el
punto? Miro mi cabello. Qué tontería. Seguro es mi aburrimiento. Seguro es mi desierto de
aburrimiento. Sí. Eso debe ser. Tengo que irme de aquí. Me levanto, abro la puerta y me digo
algo:
-Ey.
-¿Qué?
-¿Adónde?
-No sé. Me voy. Estoy harto de hablar de mí.
-Claro. Por supuesto. Eso es bueno, ¿no?
-¿Qué cosa?
-¿Qué cosa?
-No lo sé.
Me detengo.
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