Pasé a solo tomar en cuenta revistas literarias de todo tipo. Había cuentos malos, y cochinos, cuentos punks,
cuentos de detectives que perseguían asesinos entre mil intrigas, cuentos de detectives con una sola intriga,
constante, tensa, que te agarraba de la nuca con unas tenazas fuertísimas; cuentos de mujeres que lloraban su
soledad, cuentos de mujeres que escapaban de su soledad con los pies descalzos y cortados por la tierra o el
asfalto o las piedras o la tortura, todas con un final incierto; cuentos de tragedias cotidianas, cuentos de tragedias
de infidelidades del jetset o de gente pobre, pero siempre con la voluntad de los hombres impuesta hasta en las
fundaciones de la psique humana; cuentos de tragedias de sobredosis, de paros cardiacos por exceso de cocaína,
de metanfetamina, de heroína a escondidas; cuentos de ojos reventados, los recuerdos atravesando el cerebro
alguien con una celeridad que estira el tiempo en diez o veinte cuartillas, cuentos de tragedias minúsculas: los
vasos derramados en documentos no tan importantes, las manchas de salsa o vino en ropa carísima, las palabras
malentendidas a través del celular o la interacción cara a cara que solo saben producir la fluctuación negativa del
estado de ánimo; cuentos parálisis, en donde el personaje principal no hace nada, se deja llevar por las acciones de
los demás, por las palabras de sus amigos o su pareja. Nunca dice nada, paga cuentas en restaurantes, paga seises
de cerveza a altas horas de la noche, toma y tiene resacas, toma y tiene sexo y tiene resaca, trabaja y regresa a casa
frecuentes hasta que decide nunca regresar, mejor morir en un lugar en donde su desnudez es aceptada por la
hierba, por las hojas muertas, por la tierra. Al final hay una cueva en donde solo reina el silencio, la humedad y la
nada. La muchacha entra en ella después de la persecución entre sus pensamientos y su culpa interna, en donde
cuestiona el presente y el pasado; su futuro es idéntico a las cualidades de la caverna dentada, de donde nunca
volverá a salir.
ilegales, lejos del orden cerebral, obsesivo de su madre por casarse, por convertirse en una madre como ella para
poder tener nietos a quien “educar de verdad, no como la decepción que ella siempre fue” se vuelven demasiado
casa de sus padres, que vive una extensión de las ideas y actitudes de su madre hasta las últimas consecuencias.
El aislamiento que ella atraviesa solo puede ser superado por el afecto que siente por la naturaleza cuando escapa
de su casa. Se convierte en nada por el viento que golpea suavemente el valle alrededor de la ciudad. Las salidas
Solus Ipse
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