SLKS Enero Enero 2013 | Page 17

Indias Orientales generaba cuantiosos ingresos con el comercio con las colonias y el precio de sus acciones subía como la espuma en, la Bolsa de Ámsterdam. Como ocurría con la mayoría de las burbujas posteriores, el costo de la vivienda también pasaba por un periodo de subidas desbocadas. La demanda de grandes mansiones se multiplicaba sin cesar, como también lo hacía la de tulipanes para decorar sus envidiables jardines. El comercio con los bulbos ya no sólo se hacía en la Bolsa de Ámsterdam, sino que se habían organizado lo que podrían denominarse bolsas informales que se improvisaban en concurridas tabernas, llamadas colegios. En ellas se compraban y vendían bulbos y derechos de compra de bulbos para el futuro, al tiempo que se comía y bebía sin medida. Este intenso comercio disparó los precios. Así, un bulbo de cuatro ases, uno de los más simples, pasó de costar 20 florines a 225, en una Holanda en la que la medida salarial estaba en entre los 200 y los 400 florines al año. Otras variedades, como el Amarillo Croenen, dispararon su precio hasta los 1,200 florines. Pero la gran locura se desató en torno a la variedad Semper Augustos: en 1624 un ejemplar de esta especialidad llegó a superar los 6,000 florines, que era lo mismo que costaba una pequeña casa en el centro de la ciudad de los canales. La explosión de la burbuja Mientras los bulbos estuvieron bajo tierra (finales de 1636 y comienzos de 1637), la escalada de precios continuó. A su vez, apareció un mercado de futuros denominado Windhandel (negocio del viento): los vendedores prometían entregar un bulbo de cierto tipo y peso a la primavera siguiente y los compradores adquirían el derecho a la entrega. Durante el tiempo de espera, ese derecho cambiaba de manos innumerables veces y su precio se multiplicaba en cada transacción. TaL fue el trapicheo, que la mayoría de las transacciones se hicieron por bulbos que nunca llegarían a entregarse porque, sencillamente, no existía. Eran simples notas de crédito. Un exceso que sólo unos pocos, los comerciantes más avezados, supieron detectar a tiempo. Antes de la primavera, mientras el común del pueblo se volcaba de lleno en la compra o apuestas por los bulbos, los ricos coleccionistas dejaron de pagar esas desorbitadas cantidades y empezaron a vender sus participaciones. La locura se quebró para todos los demás cuando llegó el momento de entregar los tulipanes. El día clave fuel el 5 de febrero de 1637. Un rumor se extendió a lo largo del mercado de Haarlem (el centro del negocio de las flores): no había nadie dispuesto a comprar bulbos. Las órdenes de venta corrieron por toda Ámsterdam, con el precio cayendo en picada y los propietarios desesperados por vender a toda costa. Así nació la especulación Los holandeses estructuraron el tradicional intercambio de bienes y servicios en torno al afán de lucro. A comienzos del siglo XVll se empezaron a emitir acciones de la Compañía de las Indias Orientales y, para popularizarlas, se inventaron las acciones Ducaton, valoradas en un décimo del valor de la acción normal; así, los pequeños ahorradores podían acceder a un mercado hasta entonces exclusivo de las grandes fortunas. También surgieron los primeros productos financieros derivados (contratos que derivan su valor de un activo subyacente). Pero lo más peligroso fue que se permitió a los inversores tomar acciones prestadas por hasta cuatro quintos de su valor de mercado. De este modo, se podía apostar a la bajada de precio de las mismas, recomprarlas baratas y embolsarse la diferencia. Esta práctica, hoy denominada posiciones cortas, ha sido prohibida en varias ocasiones porque distorsiona los mercados.