a hacer no estaba mal, algo me impidió matarla. Sin embargo, cuando fui a verla, fruto
de mi arrepentimiento, ya era tarde: había fallecido. Fue entonces cuando me di
cuenta de todo lo que hizo ella por mí. No comió nada durante una semana pues
prefirió alimentarme a mí, a pesar de que ella lo necesitaba más. Y yo queriendo
asesinarla para librarme de ella. Desde luego, mi abuela me enseñó una última cosa,
lo ruin que es el egoísmo. Pero ahora no había tiempo para lamentos. Un futuro
esperanzador me esperaba. No podía defraudar a mi abuela, que dio su vida por mí.
Así que eso hice, me fui al bosque y continué mi vida, escribiendo las siguientes
páginas del diario, para que si alguien alguna vez lo encontrase, descubriese nuestra
historia.
Sergi López García
3º de ESO D
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