Skapa't | Page 173

— Ya, pero si consigue vencer a Rodrigo a un duelo, no habrá fuerza humana ni divina que venza su cabezonería e impida que cumpla la orden que el pistolero pueda darle. - se temía Sancho. — ¿Y qué le pedirá? — ¿Qué va a ser? ¡Pues que volvamos a currar como esclavos de nuevo! ¡Que palo, yo no quiero! Cara a cara, con una postura firme sobre la abrasadora arena e iluminados por los radiantes rayos de sol, Don Rodrigo y el Pistolero de la Blanca Luna estaban a punto de enfrentarse a un duelo en las playas de Barcelona. Frente a decenas de teléfonos que ahí estaban para grabar el momento, el Pistolero desenfundó su pistola de agua y mojó con ella a Don Rodrigo antes de que pudiese reaccionar. Empapado, Don Rodrigo se tiró al suelo, haciendo ver que agonizaba y victimizándose frente a cien ojos que les observaban sin poder evitar reírse ante tal lamentable escenario. — Vaya… Pues mala suerte amigo, nos vamos… -le dijo Sancho a Anthony. Ayudando a Don Rodrigo a levantarse, ambos viajeros se vieron obligados a retornar a su lugar de origen. Montados sobre su tractor y su cortacésped, Don Rodrigo y Sancho Pablo abandonaron Barcelona y regresaron a la Mancha, para vivir lo que les quedaba de vida de forma tranquila, rutinaria, limpiando pocilgas y quejándose diariamente del que fuese su gobierno. Así termina la historia de los dos pistoleros andantes que cautivaron a España, más o menos. Rodrigo Díez 1º de bachillerato B