Skapa't | Page 171

vigilancia, pero si te vienes a Montjuic, donde siempre, aquí los tienes. Venga hasta luego. -colgó la llamada y, disculpándose con ambos, se marchó y les dejó ahí solos. Apoyándose en el volante de su cortacésped, Sancho comenzó a aburrirse de esperar. Observando embobado el sol del mediodía, que hacía resplandecer el mar, lleno de barcos que atracaban y zarpaban continuamente del puerto, se dirigió a su amigo: — ¿No tarda mucho ese tal Anthony? - dijo. — No seas impaciente, amigo. - le tranquilizó Don Rodrigo. — Es que comienzo a pensar que esto es una broma… Y después de lo que hemos pasado con los señoritos esos del otro día… -se temía Sancho. Pasó un buen rato hasta que, de repente, presentándose en un Hammer negro con el logo del Tony Night Club en los lados, Don Anthony Moreno apareció por fin, les saludó y les dijo que se subieran, que los llevaría a su club nocturno, pues aquella misma noche habría un fiestón y estaban invitados. Negándose a montar en una bestia tan horrible y malévola (el coche), Don Rodrigo les hizo ir a velocidad de cortacésped por en medio de la ciudad, acto que llamó la atención de todos los viandantes. Aquello hizo que la gente viese a ambos paletos como la imagen de la discoteca y, aunque suene increíble, hizo que su club se llenase aquella misma noche. Todos, al ver tan curiosa imagen: un 4x4, seguido por un tractor y seguido por una cortacésped, se dejaron llevar por la curiosidad y reservaron su entrada. El sol se puso y el Tony Night Club estaba en su mejor noche desde los últimos doce años, la cola era enorme. Todos querían ver a Don Rodrigo y Sancho Pablo haciendo alguna locura. Mientras la fiesta se desbordaba, los jefes del club, junto a los vaqueros, brindaban con copas de whisky en la sala vip. Orgullosos de sí mismos, los propietarios se alababan los unos a los otros mientras bebían y se drogaban como nunca. — ¡Ahora sí socios! -dijo uno de los jefazos. - Ya veréis… Voy a llamar al Frison Beach para que vean que les estamos quitando la clientela. Veréis como se ponen… Riendo como un niño, sacó su IPhone y, mientras abandonaba la habitación para ir a un lugar más silencioso, dijo: — Oye Siri, llama a Avellaneda… -y se fue, dejando a Don Rodrigo y a Sancho sin palabras.