Racó literari
CALLEJÓN SIN SALIDA
El pelirrojo se rasca la barba, pensando en lugares típicos de su tercer
compañero.
-A lo mejor lo encontráis en su casa. Los martes, miércoles y jueves, a las
once de la mañana, siempre se va a jugar al billar a un club privado. Pero
con un poco de suerte todavía no se ha ido.
-¿Dónde vive?-preguntamos Sara y yo al mismo tiempo.
El camarero arranca un papel de su libreta de pedidos y nos apunta la
dirección.
Avenida Bolivia. No hay nadie por la calle, pero hay un estruendo
impactante.
Llamamos al timbre. Al ver que en un minuto nadie nos abre la puerta,
perdemos las esperanzas, pero aun así insistimos una vez más.
-¡Ya voy!-se oye desde dentro.
Nos miramos. Es una voz grave, y me imagino a un hombre rechoncho sin
pelo en la cabeza, con una camiseta blanca de tirantes llena de manchas
de tomate y cerveza.
La puerta se abre.
Es alto y delgado. Va bien vestido y conserva cada uno de sus cabellos.