CAPÍTULO 5-
E
l gentío iba desapareciendo poco a poco mientras nos
movíamos, ya sea porque se empezaron a dispersar unos
minutos después del “espectáculo” o porque los íbamos
dejando atrás. Cruzamos unas cuantas calles donde apenas nos
encontrábamos con alguien, eran oscuras y casi no les daba la luz del sol.
Los tacones de la elfa resonaban por toda la calle, toc, toc, toc; parecía un
caballo diminuto e invisible que nos seguía por aquel agujero húmedo,
sucio y abandonado que algún día fue algún sitio frecuentado por personas.
Miré a mi derecha y mis ojos encontraron un edificio donde los parteluces
de las ventanas estaban desnudos, solo quedaban diminutos fragmentos de
vidrio que pude ver gracias a la poca luz que reflejaban. De las ventanas
crecían hacia arriba aquellos restos negros provocados por el fuego que
parecían explosiones de carbón pulverizado. Lo observaba mientras
caminaba. Cuando llegué justo delante del edificio, noté pedazos de vidrio
partiéndose debajo de mis pies; eran los mismos de las ventanas, algo había
explotado ahí dentro hacía mucho tiempo, encontré los trozos de cristal al
pie de las paredes que lo demostraban. No me paré, seguí caminando ya