cara sonriente. Me dijo: “Buenos días, soy el bibliotecario”. Y entonces supe que había
llegado a mi destino. Y me prometí cumplir el sueño de mi madre. Años después,
cuando entré de nuevo en aquella biblioteca, ya no parecía la misma. Al verla,
magnifica y renovada, pude decir que había cumplido el sueño de mi madre y el mío.
Anna Oncins