Está interpretada por Mercè Arànega, y sin duda ha sido la escena más culminante de
la pieza. Antes de recitar su enigma, la actriz hace un increíble discurso lleno palabras
soeces y expresiones misándricas, un conjunto que realmente hace creer al espectador
durante el momento que no necesitamos nada de los hombres en nuestro mundo.
Tras el sensacional monólogo, la mujer recita la incógnita, un tanto simple comparada
con el resto de lo dicho. Eddy consigue adivinarlo sin problema, y eso lo convierte en el
hombre que tanto había deseado ser.
Al llegar a su hogar, lo celebra con su mujer en una escena erótica que ambos
interpretan con la mayor de las pasiones. Esto puede llegar a incomodar a algunos
espectadores, pero el talento de los artistas para simular esa intensa escena es lo más
sobresaliente de la situación.
Al día siguiente, la pareja decide invitar a los padres de Eddy a su mansión. Todo
transcurre natural y fluidamente hasta que entra el tema del protagonista. La
conversación emana de una manera que acaba obligando a los padres a confesar a
Eddy que es adoptado y que fue víctima de la gran inundación del Támesis. En ese
momento, el público se centra en la mujer, Sílvia Bel, quien interpreta de manera
impecable la reacción al darse cuenta de que el amor de su vida es realmente su hijo,
pues los perfiles de su hijo perdido y Eddy encajan perfectamente. Cae desmayada, y el
gran Edipo encarna el final alternativo de la obra, el cual difiere del clásico original.
Este, debido a su gran pasión y al amor que siente por su mujer y madre, decide
romper con lo establecido y no dar importancia al hecho de que sea su progenitora,
pues es un Edipo que opta por la felicidad y la pasión.
Lucía García Solà
1º de Batxillerato B
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