Racó literari
Recuerdos infantiles
Cuando era pequeña, tenía unos diez años, me quedé a dormir en casa de mi mejor amigo
por nuestro cumpleaños. Al levantarnos al día siguiente, su madre tuvo que salir por una
urgencia y nos preguntó si podíamos quedarnos solos un par de horas. Ambos dijimos que sí,
pues no era la primera vez y sabíamos qué hacer en caso de emergencia.
Los dos fuimos al salón para ver alguna película en DVD a causa del aburrimiento y nos
sentamos en el sofá. Pasaron unos veinte minutos cuando empezamos a tener una extraña
sensación de frío y el sonido de las persianas subiendo y bajando rápidamente y sin parar hizo
que el vello de nuestra piel se erizase. Quisimos salir de allí, estábamos muy asustados, y la
habitación que más cerca quedaba era la cocina. Al entrar, la cosa no mejoró. Los cuchillos
que reposaban en un trapo estaban de pie, con las puntas al aire y sin estar apoyados.
Finalmente, la madre de mi mejor amigo entró por la puerta diciendo que la urgencia había
sido una falsa alarma. Se asustó cuando nos vio con la cara llena de lágrimas y le explicamos
lo sucedido. La mujer soltó una risa y comentó que ese tipo de cosas solo sucedían en películas
de horror, pero pasada la tarde se dio cuenta de dos cosas: una, las persianas estaban algo
rotas, y dos, de los casi veinte cuchillos que deberían reposar en el trapo de la cocina, faltaban
seis.
Nerea Sánchez Bueno, 4ºD