La aventuras de Bobby
Bobby ladraba, estaba hambriento. Cuando su dueño, Daniel, entró por la puerta, se abalanzó sobre él como muestra de alegría. “¡Por fin has venido! Te he echado tanto de menos…”. Daniel abrazó a su perro y se percató de que estaba más delgado: ¡Uy, Bobby, estás en los huesos!”. Normal, además de darme poco pienso, me lo ponen light, que eso no tiene sabor ninguno. “¿Y te has fijado en el collar tan feo que me han puesto? ¡Esto es inaguantable!”. Después de un gran banquete de comida para perros, Daniel decidió salir de paseo. “¡Milagro! No recordaba cómo era la luz del día. Siempre en casa rodeado de niños molestos que no paran de achucharme, pisarme la cola y estirarme de las orejas”.
Ya en el parque, se encontraron con los amigos de Daniel y sus respectivos perros. “¿Otra vez esta panda de macarras? ¿No podemos ir a un parque donde haya perras guapas? Hace meses que no me como un rosco”. Mientras todos se entretenían con sus cosas, Bobby solo pensaba en llegar a casa y darse una refrescante ducha. “En cuanto acabe de ducharme, me tumbaré en el sofá con Daniel a mirar la tele, que hace mucho tiempo que no me dejan. Y después de cenar, podré dormir en el nuevo camastro que me ha traído Daniel de su viaje, que estoy harto de dormir en la cocina y pasar frío. Esto es vida”.
Marta Martínez Garrido y Marina Pérez Garrido
4º C
Fragments narratius