Relatos al estilo del Romanticismo
decía que podía confiar en esa anciana. Pregunté de manera amable y con una voz suave
si podía hospedarme durante una noche en la casa. Recalqué que no daría problemas.
La anciana, amable y con una expresión amigable, asintió y me dejó quedarme allí por
una noche. Antes de entrar dije:
- Muchas gracias por su amabilidad. Puede llamarme Tristán.
- No hay de qué, joven. Mi nombre es Adela.
Después de las presentaciones, entré y me ofreció un poco de pan para comer.
Estuvimos hablando durante un buen rato. Yo le expliqué mis penurias y lo mucho que
había sufrido. Ella me contó que también lo había pasado mal, debido a que la habían
perseguido por la misma razón que a mí: Las inmensas ganas de querer expresar tus
emociones en un mundo que no te comprende. Finalmente, me dijo que podía
quedarme a vivir con ella, pues desde hacía muchos años estaba completamente sola.
Me enseñó la habitación en la que me iba a alojar. Antes de irme a la cama y acabar el
día con una paz interior que no pensaba que encontraría, me explicó que en el pueblo
se oían los susurros de las almas que habían sido atormentadas cada luna llena. Las
palabras de la anciana me tranquilizaron al decirme que no debía preocuparme, pero
debo admitir que tenía curiosidad por saber qué paisaje deparaba esa situación.
Al día siguiente, me desperté y fui al salón para dar los buenos días a la anciana. En la
redonda mesa central de madera había grabado un mensaje a cuchillo, de manera que
se veía perfectamente. Este decía: AYER FUE LUNA LLENA.
Adela había desaparecido.
Hugo Aibar y Álvaro Jiménez
4º A
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