SINAPSIS –Abril 2016
inadecuada y autocontradictoria— sino
de
experiencia.
Arraiga
en
la
experiencia directa del fundamento de
nuestra identidad como Ser y
Conciencia pura no objetivables, como
Presencia ontológica despierta a sí
misma, incondicionada, abierta, sin
estructuras, en la que desaparece la
dualidad entre el percibidor y lo
percibido, y donde se resuelve toda
dualidad. Esta es, para estas
tradiciones,
el
pináculo
de
la
autorrealización, en el que se saborea
una perfecta intimidad con la fuente y la
totalidad de la vida.
La conciencia testimonial
¿Qué significa, en lo relativo a
la
tarea
del
autoconocimiento, reconocer
vivencialmente que nuestra identidad
central es Presencia consciente,
abierta y vacía? La tradición vedanta
advaita de la India ilumina una intuición
clave sobre nuestra identidad, no
dogmática sino experiencial, fruto de la
experiencia fenomenológica directa: la
intuición de que nuestra realidad más
íntima no equivale a nada que pueda
ser objeto de experiencia; la de que no
equivale, por tanto, a nuestros
pensamientos,
emociones,
sensaciones e impulsos; la de que
somos “más” que todo ello.
Es imposible ahondar en el
conocimiento de sí mismo si estamos
totalmente
identificados
con
los
contenidos de nuestra vida psíquica,
con
nuestros
pensamientos
y
emociones, con nuestros estados
internos de confusión, sufrimiento,
duda o conflicto. Si no existiera en
nosotros la capacidad de tomar
perspectiva frente a dichos contenidos
o estados, nuestra voluntad de
comprenderlos
carecería
completamente de sentido. Esta toma
de distancia es posible en la medida en
que existe en nosotros una instancia
interior cualitativamente diferente que
nuestros cambiantes contenidos de
conciencia que se caracteriza por la
atención lúcida e imparcial. Esta
instancia (que pude ser reconocida
experiencialmente sin necesidad de
asumir ninguna cosmovisión particular)
nos permite la señalada toma de
perspectiva que nos libera de la
identificación con los contenidos de la
mente, una identificación que está en la
raíz de los procesos de pensamiento
inútiles, compulsivos y repetitivos,
……..que la conciencia no
equivale al pensamiento.
La primera es más amplia
que el segundo pues, de
hecho, podemos atestiguar
o ser conscientes del flujo
del pensamiento.
aquellos en los que ya no pensamos o
usamos de forma activa y libre el
pensamiento, sino en los que, más
bien, somos manejados por él a
nuestro pesar. También nos permite
modificar o cuestionar las creencias
infundadas fruto del condicionamiento
familiar o social, y más genéricamente,
las sostenidas por la irreflexión, la
inercia y por el hábito.
La capacidad de “atestiguar”
nuestro diálogo interno, nuestros
pensamientos y emociones, nos revela
algo decisivo: que la conciencia no
Comunicación y libre pensamiento