SIN PELOS EN LA LENGUA - ALBERTO AGUIRRE Y FERNANDO GONZÁLEZ | Page 61
en 1953. “Me afilié. La primera película fue El
incendio de San Francisco”, ha contado Alberto.
Y a reabrirlo él mismo, en 1956, porque la presión
de la Iglesia lo había hecho cerrar. “El cine club
no es para ver cine —le explicó al arzobispo de
Medellín Joaquín García Benítez, cuando estaba
casi pidiéndole permiso para reabrirlo— es para
aprender a ver cine”. Sin censura, el Cine Club
de Medellín volvió a la escena pública con la
proyección de una película prohibida en Colombia:
Senso, de Luciano Visconti. Y, en efecto, “Alberto
nos enseñó a ver cine”, coincidieron en afirmar
Martha Botero de Leyva, directora del Taller
de Edición, una empresa productora de revistas;
Víctor León Zuluaga, Defensor del Lector de El
Colombiano y la misma Aura López. Les enseñaba
a descubrir, detrás de cada escena, el contexto
político, histórico, artístico y literario.
Graduado a los 20 años en Derecho, lo ejerció
con pasión hasta que tuvo 40. Y muy joven llegó
a ser juez y magistrado de los trabajadores. Un
asesinato colectivo en Santa Bárbara, ocurrido
el 23 de febrero de 1963 —13 personas fueron
abaleadas en la fábrica de cementos El Cairo—
se convirtió para Alberto Aguirre en una causa
propia. Viajó a ese municipio del Suroeste, habló
con los familiares de las víctimas y los representó
en los estrados judiciales. Parecido a la Masacre
de las Bananeras, de 1928, este hecho generó igual
polémica en el país.
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