SIN PELOS EN LA LENGUA - ALBERTO AGUIRRE Y FERNANDO GONZÁLEZ | Page 54

jesuita predicador), al Poncio Pilatos envigadeño, la teoría de la supervivencia del yo, la historia de la gata Salomé (que es la del deseo) y una diatriba permanente contra Benito Mussolini, que es quien cuece el huevo de la serpiente. Pero pocos lo oyen. Mientras por aquí la luna cumpla con sus cuatro fases y llueva según la tradición, hasta que haya hombres gordos en los entierros y muchachas para ver y no tocar, nada pasa en la tierra. Pero pasa, porque el espíritu de Occidente está convulsionando. Claro que entre nosotros ese ser occidental (que piensa, debate, prueba y construye) delira bajo el sol, se arrodilla ante cualquier forma de poder y ajusta su simiente con orina. Y del pensar, que piensen otros que no sean de estas tierras, que pensar por aquí es peligroso, denunciar es peligroso, tener hijas bonitas es peligroso, y lo mejor contra todo esto es el aguardiente que, como se dice, lo que no cura es cáncer. Sin embargo, hay orejas que oyen y entienden (los testigos oidores de Elías Canetti), que no son de presumidores sino de gente humana perdida por estas tierras, que ve, entiende y quiere salir corriendo, pero antes habla para que la prueba no sea circunstancial sino valedera. Y si bien esto que se dice duele mucho, es un inicio de remedio contra la enfermedad. Porque la enfermedad no se cura cubriéndola con trapos satinados, como pretendió Enrique VIII, sino pinchando donde duele. Esto ya lo sabían los médicos griegos de 52