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desayunar en el pueblo y hacerlo en el siguiente, no me preocupa demasiado porque tengo frutas y galletitas para el viaje.

No han pasado muchas cuadras cuando la nieve para completamente de caer, igualmente deja a su paso un rastro con casitas con techos blancos, árboles con sus copas que me hacen pensar en las películas de Navidad. No ha caído demasiado lo que permite disfrutarla sin tener que sufrirla en los pies.

El sendero sigue siendo muy disfrutable, verde y con estrechos caminitos con bastante barro. Uno empieza a reconocer caras y personas que nos cruzamos todos los días, algunos son muy simpáticos a tal punto que te saludan las veinte veces que te los cruzas y otros no tan abiertos guardan silencio ante un "buen camino", hay peregrinos para todos los gustos.

Antes de los diez kilómetros que teníamos pensado recorrer para desayunar encontramos una pequeña villa con un pintorezco bar llamado "El horno de Iroz" que tenía realmente muy buena pinta. Finalmente acordamos desayunar aquí porque el tiempo no da tregua y nos manda más lluvia por si no nos había alcanzado con la de estos días. Pido un café con leche en taza grande y un contundente bocadillo de tortilla de patatas y me arrimo a mis compañeros que me esperan en un barril de vino que son utilizados como mesa. Los irlandeses como siempre piden té negro al que acompañan con un chorro de leche, algunas veces le agregan otros gustos o hierbas.

Nos ponemos a hablar con una jóven pareja de coreanos y como me ha llamado tanto la atención en estos días ver tantos orientales les pregunto como conocieron el camino y por qué lo están haciendo. Ellos me cuentan que en Corea ha salido un libro que ha logrado un gran éxito en ventas de un escritor coreano que lo ha realizado y cuenta su experiencia como peregrino, una especie de Paulo Coelho oriental me imaginé yo rápidamente. Mucha gente lo conoció de esa manera y me parece muy

Saliendo de Larrasoaña

Puente de Villava

Día 3

(Larrasoaña / Pamplona)

Comienza un nuevo día en el Camino de Santiago, luego de una cómoda noche en una fantástica cama me da un poco de pereza levantarme tan temprano, son poco más de las seis cuando entra Michelle a la habitación y nos cuenta que afuera está nevando. Brinco de la cama con la alegría de ver caer nuevamente esas bolitas blancas que me traen el recuerdo del primer día de viaje. Soy el único entusiasmado del grupo ya que los otros están más acostumbrados y cansados de lidiar con tal espectáculo natural.

Nos aprontamos para salir, nos despedimos de

la señora y del cariñoso perro. Decidimos no

interesante que pasen esas cosas porque ensancha más aún la cantidad de culturas que conviven en el camino; personalmente me parecen, en su mayoría, muy simpáticos y amables los orientales.

Continuamos la marcha y al contrario de la mayoría de las personas la lluvia me pone de buen humor, esto hace que me ponga a cantar el más variado repertorio de canciones uruguayas que se me pasó por la mente. ¿Será por eso que se alejaron mis angloparlantes amigos?

Rápidamente llegamos a Villava una pequeña villa que se encuentra luego de un precioso puente de piedra edificado sobre un estruendoso río que lo atraviesa dibujando