fue comunicado por una esclava sobre el Cristo Moreno y sus milagros. Este, al no encontrar solución
en médicos y curanderos, acudió a la imagen, velando por su cuidado y culto. A raíz de la fe de
Antonio de Leon al Cristo, milagrosamente sus dolores desaparecieron..
Reprobamiento de las autoridades
Las reuniones para venerar la imagen eran los viernes por la noche, alumbrados por las llamas de
cera; llevaban flores, perfumando el ambiente con el sahumerio, entonando plegarias
acompañándose de arpa, cajas y vihuelas. Con el tiempo, se fue incrementando la peregrinación.
Muchas veces se produjeron hechos de índole distinta a las prácticas religiosas. Viendo con malos
ojos todos estos hechos el Párroco de San Sebastian, José de Mena, hace de conocimiento al
entonces virrey Conde de Lemos, donPedro Antonio Fernández de Castro que intervenga como
autoridad, para que prohibiese las reuniones y que diera la orden irrevocable de borrar al Cristo, ya
que, según su criterio, estaba fuera de los cultos religiosos. El Virrey traslado la solicitud a la máxima
autoridad eclesiástica que era en ese momento el Provisor y Vicario General Esteban de Ibarra, por
haber fallecido el Arzobispo Pedro de Villagomez. Este envió el 4 de septiembre al sitio al promotor
Fiscal del Arzobispado José Lara y Galván, Laureano de Mena y el Notario Juan de Uría, quienes
verificaron la existencia de la imagen del Cristo Crucificado, una concurrencia de unas doscientas
personas que entonaron el salmo miserere «Tibi soli peccavi» y la presencia del sacristán de la
Parroquia de San Marcelo José de Robledillo, a quien José Lara le llamó la atención de autorizar con
su presencia tal tipo de reuniones, se armó un tumulto en que los congregados en el lugar rodearon
a los representantes eclesiásticos que se vieron obligados a abandonar el lugar.
Esteban Ibarra dictaminó que se prohibiesen tales reuniones y que se borrase la imagen, por lo cual
entre el 6 y el 13 de septiembre de 1671, y se constituyó al lugar un comité especial dispuesto por
el Promotor Fiscal del Arzobispado José Lara y Galán, un notario, posiblemente el mismo Juan de
Uría, un pintor indígena de brocha gorda y el capitán de la guardia del Virrey, Pedro Balcazar,
escoltado por dos escuadras de soldados para el caso que se produjesen desmanes por la cantidad
de curiosos y vecinos que rodeaban el lugar.
El primero en intentarlo fue un pintor que al momento de subir por la escalera hacia la imagen
comenzó a sentir temblores y escalofríos, teniendo que ser atendido, intentó de nuevo proseguir
con su tarea, pero al subir otra vez, fue tal su impresión que bajó raudamente y se alejó asustado
del lugar sin concretar el encargo. El segundo hombre, se acercó a la imagen, pero algo vio en ella
que le hizo desistir de raspar la imagen. El tercero, fue un soldado real de ánimo más templado, éste
subió, pero bajó rápidamente explicando luego que cuando estuvo frente a la imagen, vio que ésta
se ponía más bella y que la corona de espinas se tornaba verde.
Ante la insistencia de las autoridades por borrar la imagen, la gente manifestó su disgusto y comenzó
a proferir grandes voces. En vista de lo cual el virrey y el vicario Ibarra decidieron revocar la orden y
el Vicario Ibarra autorizó su culto. Luego de una visita del virrey y su esposa, dispusieron se levante
una ermita provisional. El 14 de septiembre de 1671 se celebraría la primera misa oficial en la ermita.
La primera misa ante las altas autoridades eclesiásticas y civiles
El 14 de septiembre de 1671 se ofició la primera misa ante las altas autoridades eclesiásticas y civiles,
en la recientemente inaugurada ermita que se eri