Uno puede decir “Llega una madre”, porque es diferente que llegue una mujer a que llegue una madre. No es una apreciación positiva o negativa, pero la forma de caminar, la espalda un poco encorvada, la leve ojera, las signan diferente. Al mismo tiempo, es fácil diferenciar en la calle, en la marcha, entre “Llega una madre” y “Llega una ex-madre”, una madre que ya no lo es, que ya lo perdió, específicamente más fácil es distinguir si su hijo, si su hija murió en armas de alguien, en autos de otra persona. Estas ex-madres, caminan muy derechas, nunca se ve una ojera en su cara ni una duda en sus pómulos, no es posible encontrarles ninguna señal de abatimiento, ninguna muesca. Si no conociéramos su pesar, si fuéramos ciegos a la remera que llevan con la cara de su muerto, la pensaríamos arquetipo CEO de alguna empresa mediana o grande. Es esa hora del mediodía en la que la mayoría de la gente dice “Buenas tardes” y algunos defensores de la mañana sueltan “Buenos días” a rolete.
Manos agarradas, abrazo ficticio. Ciento doce madres agarradas de las manos rodean la comisaría de Suárez, en silencio se quejan de las licencias que se toman los oficiales para matar a sus hijos. Por supuesto que es simbólico, dentro de la comisaría de Suarez quedan 4 con el comisario. Desarman autos y mantienen varias líneas de contacto (claro que pagas) con los narcos de Villa Corea. Entiendo que esto se oiga como una licencia poética, como una forma de “Hacer malo” al personaje que se opone a las madres, como si dijera que le pega a un perro. No. Literalmente lo hace, todos los que estuvieron ahí lo hacen, hace mucho tiempo. Todos lo sabemos.
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