Estas apresuradas anexiones molestaron a Hitler. Pese a su visceral anticomunismo, el Führer había buscado el pacto con la Unión Soviética con la pragmática finalidad de no tener que luchar en dos frentes; pero ahora las ambiciones de los rusos chocaban con el irrenunciable objetivo de adjudicar a Alemania un «espacio vital», expandiéndose hacia el este. Por esta razón, Hitler preparó concienzudamente la «Operación Barbarroja» para conquistar la URSS y, más tarde, abatir el poderío británico en Oriente Medio.
La campaña de Rusia comenzó el 22 de junio de 1941. El Estado Mayor alemán organizó los ejércitos en tres cuerpos que fueron enviados hacia el norte (Leningrado), hacia el centro (Moscú) y hacia el sur (Ucrania). Los rusos firmaron un acuerdo con los británicos y al mismo tiempo trasladaron su industria hacia el interior para que no cayera en manos del Reich. Los generales alemanes habían proyectado una ofensiva en diez semanas, pero, tras un impetuoso arranque que mejoraba incluso su previsiones, el deficiente estado de las infraestructuras (en modo alguno comparables a las de la Europa occidental) y el rechazo de la población retrasaron el avance de sus divisiones, que no estuvieron en disposición de atacar sus objetivos hasta finales de septiembre.
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