En su estado normal, el neocórtex puede prever las reacciones emocionales,
elaborarlas, controlarlas y hasta reflexionar sobre ellas. Sin embargo, existen ciertos
circuitos cerebrales que van directamente de los órganos de los sentidos a la amígdala,
“puenteando” la supervisión racional. Cuando estos recorridos neuronales se
encienden, se produce un estallido emocional, es decir, el individuo puede actuar sin
pensar. Otras veces las emociones pueden perturbarlo, sabotear el funcionamiento del
neocórtex y no permiten pensar correctamente ya que se carece de una guía de
aprendizaje emocional.
Ahora bien, dentro del plano gerencial quienes constituyen el capital humano actúan o
realizan sus funciones basados en sus emociones y raciocinio. Cuando el empleador,
supervisor o jefe valora los aspectos emocionales de quienes se encuentren bajo su
mando, logra que éstos se automotiven, refuerza su sentido de pertenencia y, por
supuesto, se optimiza la productividad y se forja un clima laboral satisfactorio en la
organización. Esta valoración se inicia al fortalecer los vínculos de confianza, amistad y
conocimiento personal entre jefes y subordinados de manera que se logre un clima
propicio. Una estrategia ideal sería el incluir en los planes de capacitación y desarrollo,
los cinco (5) pilares de inteligencia emocional propuestos por Goleman (1995) y que
fueron nombrados interiormente.
Por otra parte, ya en muchas organizaciones se ha demostrado que sólo aquellos
empleados que ascienden rápidamente en sus carreras profesionales son los que
cuentan con un coeficiente alto de inteligencia emocional. Estos resultados se generan
porque los mismos han sabido manejar su aptitud emocional para determinar cómo
utilizar cualquier otro talento que tengan, es decir, han logrado dirigir y equilibrar sus
emociones facilitándoles en gran medida el éxito en las tareas que deben o quieran
emprender.
Es relevante entender, que el ejercer un autodominio emocional en
el ámbito laboral no
significa negar o reprimir los verdaderos sentimientos, porque
como lo reafirma Goleman, los
estados de ánimo “malos” como el enojo o miedo, tienen su utilidad
ya que pueden ser una intensa fuente de motivación, sobre todo
cuando toca
corregir una adversidad, injusticia o inequidad. Además, hay que
comprender que resulta imposible que el ser humano se desligue
de sus emociones, por lo cual es conveniente crear consciencia del
rol que cumplen las emociones a diario.
Finalmente, se puede decir que el coeficiente intelectual determina
lo que sabe un individuo y le permite entrar en una organización;
sin embargo, es la inteligencia emocional quien determina lo que
éste hará y le permite crecer profesionalmente y convertirse en
líder en su entorno laboral. Por ende, se hace necesario para toda
empresa luchar por lograr que la misma sea emocionalmente
inteligente, de modo que cada uno de sus empleados sea capaz de
negociar y resolver desacuerdos, inspirar y guiar a individuos o
grupos e iniciar o manejar los cambios necesarios para el éxito
personal, profesional y organizacional.
Autora: Lcda. Rigel Arapé