SBS 2018 Subsidio Semana Buen Samaritano 2018 | Page 22

Pero, hablando del tema, no podemos omitir una breve referencia a un texto del libro de Isaías. En el famoso capítulo 58 sobre el verdadero ayuno, se dice, casi depasada, que lo que Dios desea del israelita es “no cerrarte a tu propia carne”, que podríamos explicar: “no te desentiendas del prójimo, que es algo tuyo”. Como subrayan muchos comentaristas, el texto no dice “tu herma­no”, sino “tu carne”, refiriéndose con ello a cualquier hombre, aunque no sea israelita. Indirectamente, el autor pone el dedo en la llaga y desvela una de las causas capitales de la injusticia: la falta de identificación con el que sufre, el no sentirnos afectados personalmente por el hambre, la desnudez o la pobreza de los otros, considerando estos hechos datos fríos de una posible encuesta sobre problemas sociales. Cuando alguien pasa hambre, eres tú quien pasa hambre. Cuando alguien va desnudo, eres tú quien va desnudo. Cuando alguien emigra al extranjero, eres tú el que abandona la familia y la patria. Cuando te desentiendes del prójimo, te cierras a ti mismo, porque no es algo ajeno a ti, sino tu propia carne. Este texto tardío, probablemente de finales del siglo VI a.C., vuelve a ponernos en contacto con el Génesis y la creación de la humanidad. La ruptura que entonces comenzó sigue dando amargos frutos. Pero el creyente no puede aceptarla resignado. Como los patriarcas, como Moisés, como los antiguos legisladores y profetas, debe luchar por recomponer esa solidaridad primigenia. Sabe también que esa tarea es imposible en plenitud, que nadie puede mostrarse solidario con todos los hombres cuando algunos son los culpables directos de las desgracias de otros. Pero, en este conflicto inevitable, sabe en quienes debe volcar su solidaridad. Su modelo definitivo es Dios, que se pone incondicionalmente de parte de los débiles, como dice el autor del libro del Eclesiástico, en los albores de la era cristiana: “No lo sobornes, porque no lo acepta, no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; mientras le corren las lágrimas por las mejillas y el gemido se añade a las lágrimas, Sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia” (Eclo 34,14-21). 22