Los policías salieron.
Guardé la tarjeta.
-Todo está en orden -me dijeron -. Puedes entrar con confianza.
No le abras la puerta a nadie. Te dejamos estos datos. Por favor,
dile a tus padres, cuando lleguen, que llamen por teléfono a la
comandancia.
-Sí, oficial –contesté -. Muchas gracias.
Me bajé de la patrulla y entré a mi casa. Cerré bien.
Encendí todas las luces. Luego me senté en una silla del
comedor, puse la caja de madera frente a mí y volví a abrirla.
Saqué otra tarjeta:
En el mundo hay mucha gente dominada por la mediocridad.
Los mediocres son personas que nunca sobresalen en nada, no intentan nada y no
saben lo que quieren... Dejaron pasar su niñez y su juventud sin definirse.
¡Tú tienes sangre de campeón! Libérate de la mediocridad.
¡Defínete ahora!
No puedes pasar por la vida sin dejar huella.
Sueña grandes logros e imagina cómo los alcanzarás, pero ¡comienza hoy mismo!,
no dejes pasar más tiempo.
¡Vamos!: ¿Elegiste ser un cantante famoso? Inscríbete en clases de canto y
participa en todos los eventos musicales. ¿Quieres ser un nadador olímpico?
Entrena diario y concursa en cada competencia de natación.
Tal vez haya personas que se rían de ti o te hagan burla: ¡Ignóralas! Tú eres un
campeón. Abre las puertas del éxito.
Los campeones aguantan la burla de los mediocres y continúan luchando por sus
metas. Por eso, algún día las alcanzan.
Dejé de leer. Fui a mi cuarto por pluma y papel.
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