Corrí de regreso a casa. Necesitaba analizar con tranquilidad
esa cajita de madera; abrirla y leer despacio cada uno de los
mensajes que había en su interior.
Estaba empezando a oscurecer cuando doblé la última esquina
para llegar a mi casa.
Me detuve asustado. Frente a nuestra puerta había dos coches
viejos. ¿Teníamos visitas?
¡No!
Un señor se había subido a la barda y miraba para adentro de
mi casa, mientras otro lo sostenía por las piernas. Dos más
vigilaban alrededor. Eran ladrones.
Por favor; revisa la guía de estudio en la pagina 165, antes
de continuar la lectura del siguiente capítulo.
64