SANGRE DE CAMPEÓN Sangre de campeón | Page 44

9. Un campeón nunca dice mentiras Al fin hallé la escalera de metal. Estaba áspera y floja. Puse un pie sobre ella con el temor de que se viniera abajo. Rechinó. Otro murciélago pasó rozándome. Estuve a punto de perder el equilibrio. Movido por el deseo de escapar, comencé a subir. Llegué al techo y golpeé. -¡Lo lograste! -me dijo la voz desde afuera -, ahora empuja y yo jalo. Hace años que nadie abre esta tapa. Está pesada. Hice un gran esfuerzo. Al fin, la escotilla se abrió y salí a gatas. Mi salvadora me tendió la mano. Era una mujer alta y delgada. -Hace frío -me dijo -.Vamos a las oficinas. Están calientes y alfombradas. -Gracias -respondí caminando a su lado. -¿Quieres que llamemos por teléfono a tus papás para que vengan por ti? Tal vez estén buscándote. -Sí –contesté -. Por favor. Sacó una pequeña llavecita de su bolsa y abrió la chapa. Encendió la luz. Entramos a la oficina del director. Marqué el teléfono de mi casa. Sonó por varios minutos. Nadie contestó. -Seguramente mis padres se quedaron a pasar la noche en el hospital –supuse -, y Carmela tiene el sueño muy pesado. Mejor me voy yo solo a casa. 44