El gordo se bajó de la caldera para hacerme un lugar. Subí y
me apoyé en el muro. En efecto, pude observar el baño de las
mujeres. Había varias señoras sin ropa.
- ¡Eh! -gritó Lobelo-, ¡al “Malapata” le está gustando! -¡Ya
quítate! -dijo el gordo -. Es mi turno. Pero como tardé en obedecer,
quiso subirse junto a mí. Perdí el equilibrio. Empujé los tubos
calientes de la caldera y se vinieron abajo haciendo un escándalo.
El vapor comenzó a rodeamos. Tosimos. Por fortuna no sufrimos
quemaduras. -¡Vámonos! –dije -. ¡Esto puede explotar! Casi de
inmediato alguien abrió la puerta. -¿Quién anda ahí? Varios
señores a medio vestir nos miraban asombrados. Luego llegaron
dos policías. Fuimos llevados a las oficinas del club. El
administrador estaba furioso.
-¿Qué hacían allá adentro?
Mis compañeros se quedaron callados. El hombre se dirigió a
mí:
-Si no hablas, voy a tener que llamar a tu padre.
-No –supliqué -, por favor. últimamente le he causado muchos
disgustos.
-Entonces dime, ¿qué buscaban en ese cuarto?
No tenía escapatoria. Inhalé y dije:
-Vinimos a ver a las señoras desnudas por un hoyo que hay en
la pared.
El administrador se quedó pasmado. Llamó a los vigilantes para
que inspeccionaran el cuartito de máquinas. Encontraron una vieja
cámara con la que seguramente alguien fotografiaba a las mujeres
por el agujero. Se armó un gran problema.
-¿Quién es el responsable de esto? -vociferaba el jefe del club
-. ¡Traigan a todas las personas de mantenimiento! Quiero
interrogarlas.
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