-¡Felipe, ya está tu cena!
No hice caso. Salí al patio y miré hacia arriba. La escalera era
larga, pero necesitaba saber de una vez lo que escondía mi
hermano en el techo. Me armé de valor y comencé a subir. Al fin,
llegué hasta arriba; me sorprendió ver un tiradero de pintura, botes
sucios y una brocha. Parecía que Riky había estado jugando a...
¿Ser pintor?
No.
Recordé algo: Cada mañana, al empezar a pintar, me
sorprendía de cuánto había avanzado el día anterior y de cómo
algunos de mis brochazos parecían demasiado malos. También
recordé que siempre había muchas gotas de pintura en el suelo.
¡Era eso! Mientras yo hacía la tarea de matemáticas encerrado en
mi cuarto, por las tardes, Riky pintaba la casa para ayudarme.
¡Había querido disminuir mi castigo dándome una mano en secreto!
Entonces me puse en cuclillas y lloré. Sentí las sombras del
dolor y la culpa cayendo sobre mi.
-¿Por qué? -dije en voz alta -, ¿por qué si a Riky no le pasó
nada en la fosa de clavados, ahora se lastimó aquí? En la casa. Él
sólo quería ayudarme...
Moví la cabeza tratando de apartar a los fantasmas del
remordimiento.
-Dios mío –continué -, si yo ocasioné todo por mis malos
deseos, no castigues a Riky. ¡Castígame a mí! Por favor. Tú sabes
que peleamos todo el tiempo, pero yo lo quiero mucho y si algo le
pasara, no sé que sería de mi vida...
Después de un rato, bajé con mucho cuidado de la azotea.
Comí un poco. Puse el teléfono frente a mí, y lo miré durante
horas hasta que me quedé dormido.
Por favor; revisa la guía de estudio en la pagina 158, antes
de continuar la lectura del siguiente capítulo.
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