SANGRE DE CAMPEÓN Sangre de campeón | Page 14

3. Un campeón valora sus hermanos Fuimos al patio. Procuré no mirar la sangre en el piso. -Ayúdame a levantar esto -le pedí a Carmela. -Felipe, ¿qué vas a hacer? -Si mi hermano guardaba un secreto en el techo de la casa, tengo que descubrirlo. Se llevó una mano a la boca y exclamó: -¡Virgen Santísima!, ¡no subas!, ¡te puede pasar algo! Comencé a mover la escalera. Carmela me auxilió a regañadientes. La pusimos donde el terreno estaba más firme, pero en cuanto miré hacia arriba me arrepentí de lo que iba a hacer. Era demasiado alto. Carmela suplicó: -Mejor vamos adentro, Felipe. Prepararé la merienda. Asentí. Los fantasmas de la preocupación y la duda comenzaron a atormentarme: “¿Y si mi hermano se muere?, ¿y si queda paralítico?, ¿y si no lo vuelvo a ver?” Traté de tranquilizarme. Recordé que papá había escrito una carta para explicarme algunas de sus ideas. Tuve deseos de leerla. Quería comprender los castigos, los enojos y la frialdad de los adultos. Carmela fue a la cocina; yo a mi cuarto. Busqué uno de mis pantalones sucios en cuya bolsa había metido el sobre. Todavía estaba ahí. Lo abrí. La carta, decía: Felipe: La situación entre tu hermano y tú es intolerable. No puede continuar. 14