SANGRE DE CAMPEÓN Sangre de campeón | Page 12

herida? Estaba a punto de caer de nuevo por el agujero de colores, cuando mamá me tomó del brazo: -No mires -me dijo -, te hace mal. Tu papá va a llamar a la ambulancia. Mejor ve hacia la puerta para que recibas a los doctores y los hagas pasar. Obedecí. Me remordía la conciencia por haber acusado a Riky en vez de ayudarlo a bajar, pero me sentía todavía más culpable por haber deseado su muerte al caer del trampolín. También había pensado en voz alta: “ojalá que mis padres se mueran o se divorcien.” ¿Por qué se me ocurrieron esas tonterías? Recordé el programa de televisión que había visto. Sugirieron en él: “Nunca desees el mal a otros, aunque sean tus enemigos o te desagraden. Los pensamientos negativos se regresan como una maldición y destruyen a quien los tiene.” El vecino, amigo de Riky, estaba parado atrás de mí. -¿Por qué se subió mi hermano a la azotea? -le pregunté -, ¿de veras fue por la pelota? -No. Él tiene un secreto. -¿Qué secreto? -No te lo puedo decir. En ese momento llegó la ambulancia. El sonido de la sirena era impresionante. Bajaron dos paramédicos. Les mostré el camino. A los pocos minutos volvieron a salir llevándose a mi hermano. Mamá subió a la ambulancia y me advirtió: -Tu padre va a alcanzamos en el hospital, quédate aquí. -luego se dirigió a la nana -. Carmela, te encargo a Felipe. Al rato les llamo por teléfono. Vi la ambulancia alejarse. El amigo de Riky comenzó a caminar por la calle. 12