-Es un mensaje que debo darles. Ustedes pueden lograr
maravillas y superar las pruebas más difíciles, pero si se alejan de
la Fuente de Amor, perderán sus poderes.
-Sigo sin comprender -dijo mamá...
lVi explicó:
-Déjenme contarles algo de lo que fui testigo. Estuve en una
provincia soviética durante el terremoto más grave que ha sufrido
ese lugar. Formé parte de las brigadas de rescate. Se derrumbaron
cientos de edificios y murieron más de cincuenta mil personas.
» Era el invierno de 1998. Una mujer, llamada Susana, fue a
probarle un vestido a su hija Gina; estaban en el departamento de
la costurera, cuando comenzó el terremoto. La pequeña se había
quitado la ropa. Se escucharon tronidos de cristales y fuertes
golpes. La estructura de concreto comenzó a crujir. Susana alcanzó
a Gina para protegerla de los muebles que estaban
desplomándose. Todos gritaban aterrorizados. De repente, el piso
se fracturó como una hoja de papel. Susana y su hija cayeron por el
agujero. El edificio de nueve pisos se desplomó en unos segundos.
Nadie alcanzó a salir. Mucha gente murió aplastada bajo una
montaña de concreto, vidrios y varillas de metal. A cincuenta
centímetros sobre Susana y Gina, quedó una losa de cemento
detenida por algunas piedras. Gina estaba ilesa y podía moverse en
una pequeña área. Susana quedó acostada de espaldas. Tenía una
viga muy cerca de la cara que le impedía levantarse. Se cortó la
corriente eléctrica: Debajo de ese cerro de escombros, todo era
oscuridad. Se escuchaban los gritos ahogados de personas
pidiendo auxilio. “Mamá” dijo Gina llorando, “estoy muy asustada.”
Susana contestó: “Acércate, hija, ¿te duele algo?”
» La niña, de cuatro años, se acurrucó contra el cuerpo de su
madre. No dejaba de llorar.
» El ambiente estaba helado y Gina desnuda. Susana,
haciendo un gran esfuerzo, moviéndose apenas, logró, después de
mucho tiempo, quitarse su ropa, y se la dio a la pequeña.
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