huesos, sacaremos de tu cadera la médula ósea para traspasársela
a tu hermano. ¿Estás listo? Dije que sí. Comenzaron. Me coloqué
de costado como me lo pidió el anestesista. Sentí un piquete en la
espalda y de inmediato el cerebro comenzó a hormiguearme. Me
invadió un fuerte, casi insoportable dolor de cabeza. Comencé a
gritar.
Los médicos se movieron con rapidez alrededor de mí.
Se suponía que no debía
adormecimiento de mis piernas.
sentir
nada,
excepto
el
-¡Está cayendo en shock! –gritaban -. Es por la anestesia.
Mi cabeza, aún estallando, tenía pensamientos muy claros: “Tal
vez no comprendí bien lo que iba a pasar. Tal vez esto es normal:
Si la médula ósea fabrica sangre, al sacarla del donador, se
produce la muerte. Entonces estoy a punto de morir. No quiero
morir, no ahora que he hecho planes tan grandes para mi vida, no
ahora que he aprendido a elegir a mis amigos, a definirme pronto, a
analizar y observar, a pedir ayuda a tiempo a tener equilibrio...
pero... si es la única forma de salvar a mi hermano...”
-¡Auxilio! –grité - ¡Me revienta la cabeza!
Un adormecimiento general me invadió, fui perdiendo el
sentido. Era el fin. Seguí hablando con más calma. Los médicos me
contestaban.
De pronto me di cuenta que me hallaba en otro lugar.
Una luz intensa me lastimaba los ojos...
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