Hizo una pausa. Protesté:
-Mi problema no es solo Lobelo, papá. Soy torpe... eso no me lo
dijo nadie. ¡Yo me doy cuenta!
-Felipe ¡tú no eres torpe! ¡A todos nos salen las cosas mal, a
veces! Es normal equivocarse, caerse, cometer errores, sufrir la
burla de gente envidiosa. Así es la vida.
-¡Pues yo no soporto la vida!
- ¡Tranquilízate!
Sé menos nervioso. No tomes las cosas tan a
pecho. Te voy a explicar algo que mi maestra llamaba “el juego de
la autoestima”: Imagina una alcancía, en la que has ido ahorrando
monedas. Cada vez que realizas alguna actividad, debes apostar
parte de tus ahorros. Si todo sale bien, ganas más monedas; si te
va mal, pierdes las que apostaste. Tu problema, Felipe, es que
siempre apuestas demasiado y al perder, te vas a la ruina, ¿me
entiendes?
Dije que no moviendo la cabeza. Sonaba complicado.
-Voy a darte un ejemplo –continuó -. Imagina que tienes cien
monedas en tu alcancía de autoestima y vas a participar en un
concurso. Como es algo muy importante para ti, apuestas las cien.
Pierdes el concurso y te quedas con nada. Entonces te sientes un
verdadero fracasado.
-Pero si hubiera ganado, tendría doscientas y me sentíría un
triunfador..
-¡Exacto! El chiste del juego es hacerlo emocionante, pero no
apostando mucho sino valorando cada moneda de tus ahorros.
Otro ejemplo: Ves a una muchacha sola, quieres acercarte a ella, y
apuestas dos moneditas de autoestima en la aventura. Si la chica te
acepta y platica contigo, no te pones nervioso; si te rechaza, sigues
adelante con una sonrisa en la cara, pues sólo perdiste dos
insignificantes monedas -me tomó por los hombros y alzó aún más
la voz Cuando se burlen de ti, no debes pensar que es el fin del
mundo, y cuando te acepten, tampoco creas que has logrado algo
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