SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | Page 6
que solo se comprende teniendo en cuenta la prueba suprema de la obediencia
Hay en esta concepción un doble aspecto de muerte en la obediencia.
que hubo de soportar en la circunstancia que hemos señalado. Fue entonces
cuando concientizó claramente el hecho de que la MM es la muerte que se
Ya el acto de la obediencia es un acto de muerte, toda vez que la sumisión al
querer de otro significa la muerte del propio querer. Y esta muerte es la
identifica con el morir obediente de Cristo. En esto está la originalidad del
muerte del yo, pues en el querer es donde máximamente se expresa y se
tratado respecto de los textos del Epistolario.
afianza el yo. No querer lo que uno quiere, sino querer el querer de otro,
integrarla en el conjunto de la teología bíblica del morir de Cristo y del morir
supone morir al propio querer, y al propio yo. Pero cuando la obediencia llega
a aceptar una voluntad de otro, tan radical cual es la ley del tener que morir,
del cristiano en unión con Cristo Crucificado.
se llega a un acto transcendental que afecta a la totalidad del ser humano
Esta descripción sumaria de la MM como acto de obediencia es menester
Reconstruyamos los supuestos bíblicos de esta doctrina.
afectado por la ley de la mortalidad. En efecto, es muerte por la cesión del
Jesús entra de la historia de la salvación haciendo de su morir un acto de
propio querer por la aceptación del querer de Dios. Es todavía más muerte,
porque ese querer se concentra precisamente en la imposición del tener que
obediencia; y esto en una duración temporal anterior a su propio morir físico
(Hb 10, 5-7; Mt 26, 26-28 y paralelos). Este morir obediente, repara el pecado
morir. Esa imposición se debe a que el hombre primero, por la desobediencia
primero de desobediencia, cuyo castigo consistió en la pena del morir (Gn 2,
su existencia. Esto no obsta a que el hombre pueda realizar un acto de
volición radical por el cual acepte el castigo merecido, mediante un acto de
16-17; 3, 19). Solo la aceptación amorosa de este castigo podía expiar el
pecado primero, y devolver al hombre la justicia. Fue lo que hizo Jesús
al precepto primero, mereció libre y voluntariamente ese destino final para
sumisión a dicha ley, libre, voluntaria y amorosa. Es esta muerte radical la
aceptando su muerte. Desde entonces, lo que expía perfectamente el pecado
que se convierte en MM por la identificación explícitamente querida, del
del hombre es la aceptación obediente del propio morir, en imitación y en
morir de Cristo en la cruz.
unión con el morir obediente de Cristo (Cfr. Hb 5, 9). La MM consiste en
esa aceptación obediente del propio morir, en una duración anterior a la
propia muerte, que adquiere su plena realización en el conmorir físico con
Esta doctrina alcanza su perfecta expresión en el tratadito de la MM,
sobre todo, en la parte primera del mismo.
Cristo. Así pues, el acto de perfecta sumisión por el cual el hombre acepta,
en unión con el morir de Jesús, la propia muerte, es lo que constituye
formalmente la MM. No es una realidad mística en el sentido experiencialpasivo que tiene la expresión en la Teología Espiritual, aunque puede ir
acompañado de tales fenómenos. La espiritualidad cristopática que ha vivido
S. Pablo de la Cruz a lo largo de su vida le ha llevado a este final original, tan
cercano al dato bíblico del morir de Cristo, descrito en el himno de la kénosis
de Cristo.
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