SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | Page 24
tantas mariposas que le revolotean por la mente, cosas de nada, en el
abismo de la divinidad, «y tu vida está escondida con Cristo en Dios»
[...].
Querido P. Tomás, ¡piense con su cabeza en la muerte mística! El
que está muerto místicamente no piensa ya más que en vivir una vida
deiforme; no desea otra cosa que a Dios Máximo Óptimo, cortar
cualquier otro pensamiento, a no ser de cosas buenas, para tener solo
uno, que es el Supremo Dios. Y espera, sin preocupaciones, lo que
Dios disponga sobre él, eliminando todo lo de fuera para que no le
impidan el divino trabajo que se realiza en el gabinete íntimo, donde no
puede entrar ninguna criatura ni angélica ni humana; solo Dios habita en
aquella intimidad, o sea la esencia, mente y santuario del alma, donde
las propias potencias permanecen atentas a la divina obra, y a aquel
divi no nacer que se celebra cada momento en que se tiene la suerte de
morir místicamente. (A Don Tomás Fossi, 29.12.1768. L, I, 787-788).
inoportunos, etc.; quédese allí quieta (digo, con la parte superior del
espíritu), y recuerde la oración de Jesucristo en el Huerto.
El dulce Jesús, pues, permaneció en su divina oración en agonía y
sudó hasta sangre, y no le salió el menor lamento de la boca; solo dijo
una vez: «¡Padre mío! Hágase tu voluntad». ¡Oh, elevadísima y
dulcísima oración!, pues en estas divinas palabras se compendia toda
santidad. Así hará Vd., hija bendita. En medio de la más grande
desolación y agonía de espíritu, dígale al supremo divino Padre, pero
dígaselo en lo más íntimo de su alma, en espíritu de fe y de amor: Padre
mío, «¡Padre mío!, hágase tu voluntad». Y luego diga: «A tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu». Y luego morid de aquella muerte
mística que es más preciosa y deseable que la vida. Abandone su espíritu
en las manos de Dios y verá las maravillas de amor que S.D.M. realizará
en él. (A Ana María Calcagnini, 31.12.1768. L, III, 8l9-820).
XXI.- La aridez y desolación que prueba su espíritu; no son culpa
suya, sino que proceden de Dios para que profundice más en el
conocimiento de su nada y en una elevada resignación a su divino
beneplácito, sin querer o buscar más gusto que el suyo, gloria y
beneplácito del Altísimo. Quiere también el Señor purificar su espíritu
(que siempre puede ser atacado por el óxido, el fango y el polvo, sin
que nos demos cuenta); y quiere, dije, preparar su alma con ese
padecimiento para un más alto grado de oración y unión con S.D. M.,
dar la última mano a la estatua para colocarla luego en la galería celestial
del Paraíso. Por tanto, no deje nunca sus habituales ejercicios, tanto la
oración como la frecuencia de los Santos Sacramentos. Permanezca
en oración con la parte superior atenta a Dios, y no haga caso de las
distracciones que revolotean en torno al espíritu, de los pensamientos
XXII.- Por lo demás, no creo que su muerte esté tan próxima como
se imagina. Que deba llevar una vida agonizante, tan deseada por los
santos y que conduce a aquella muerte mística más deseable que la
vida, es también mi opinión. Pues esta sagrada muerte mística, que
procede de la vida agonizante que la Providencia le hace llevar con
trabajos dentro y fuera, angustias por los problemas de las Iglesias,
peligros, grandes incomodidades de salud, et caetera, son todos
compañeros de la vida mortal, que conducen a la muerte mística a todo
lo creado, con elevada abstracción de todo lo que no sea Dios, y
conduce al alma de esta sagrada muerte mística a vivir vida divina en el
seno de Dios sin desear nada que no sea Dios y vivir en Dios y por
Dios, dentro. Así que anímese, pues irá al cielo mártir de su santísima
caridad y llevará la palma y la aureola; y se cumplirá en Vd. lo que está
escrito del profeta Moisés: Murió Moisés el siervo de Dios, por
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