S
e cuenta que una vez asaltaron a Mathew
Henry, un famoso ministro, tras lo cual sus
amigos le preguntaron cómo se sentía. Claro que
ellos esperaban escuchar de él alguna queja, pero
grande fue su sorpresa cuando Henry contesto: “Me
siento muy agradecido, de hecho tengo cuatro cosas
por las cuales estar agradecido en cuanto a esto que
me ha pasado. Primero, estoy agradecido pues es la
primera vez que me asaltan, segundo, estoy agra-
decido porque me robaron la bolsa y no me quitaron
la vida. Tercero, estoy agradecido porque, aunque se
llevaron todo lo que llevaba encima, no era mucho.
Y cuarto estoy agradecido porque me robaron a mi y
no fui yo quien robó.”
Este es un impresionante modelo de gratitud. Dice
un antiguo poema, ¿Por qué se queja el hombre en
su vida? ¿No debería bastarle con estar vivo?. Es
cierto que estar vivo en sí es algo maravilloso. Pero
rara vez se nos ocurre, por ejemplo que podríamos
no haber nacido, y el hecho de levantarnos con vida
cada mañana es algo que damos por sentado.
La actitud más común,
aún sin darnos cuenta, es la
queja, el lamento, la protesta.
Es la actitud opuesta al
reconocimiento y la gratitud.
La gratitud nos conecta
con nuestros mejores
sentimientos y pensamientos,
nos ayuda a mirar más allá de
nosotros mismos. Sabemos
por experiencia que la gratitud
atrae más gratitud por lo que
tenemos. Es el antídoto más
poderoso contra la queja.-------
Acusar al destino y lamentarnos sobre la suerte que
nos toca vivir es absolutamente inútil. A menudo,
creemos que así aliviaremos nuestro corazón de
un peso que nos oprime, cuando en realidad nos va
pesando cada vez más, ya que el que se queja siem-
pre cae más abajo en el océano de la vida, en lugar de
elevarse hacia las alturas.
A veces nuestra propia luz se apaga y se reaviva con
una chispa de otra persona. Cada uno de nosotros tiene
motivos para pensar con profunda gratitud de aquellos
que han encendido la llama dentro de nosotros.
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