Sabiduría del Ser Nº. 3
Instituto Cultural Quetzalcoatl
Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que
los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos, y por lo tanto deben tratarlos con la
misma dulzura con que se trata a un hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe
distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño, que llega de noche y toma de
la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y una vez conquistarla
sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Les secuestra la tierra
a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus
hijos son olvidados, Trata a su madre la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos
que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito
devorará la tierra, dejando atrás sólo un desierto. No existe un lugar tranquilo en las ciudades
del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en
primavera o cómo aletean los insectos.
Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El
ruido sólo parece insultar nuestros oídos. Y después de todo. ¿Para qué sirve la vida si el
hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de
las ranas al borde de un estanque?. Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el
suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo
viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.
El aire tiene un valor inestimable para el piel roja ya que todos los seres comparten un
mismo aliento la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco
no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos
días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire
nos es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio
a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les
vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada; como un
lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las
praderas.
Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla,
yo pondrá una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a
sus hermanos.
Soy un salvaje y no comprendo de otro modo de vida. He visto a miles de búfalos
pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre desde un tren en marcha. Soy un
salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que
nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué sería del hombre sin los animales?. Si todos
fuéran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual. Porque lo que
suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.
Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros
abuelos. inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con la vida de nuestros
semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos lo que nosotros hemos
enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra les
ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto
sabemos. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado. Todo lo
que le ocurra la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida;
él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace así mismo
Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda
exento del destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos.
Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo
Dios. Ustedes pueden pensar ahora que El les pertenece, lo mismo que desean que nuestras
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Oct/Nov/Dic-1999 Página Nº.6