Anecdotas
E
stábamos saliendo de Puerto Saavedra en dirección al Lago Budi. La idea era llegar
hasta el lago y tomar el transbordador que nos cruzaría hasta Puerto Domínguez.
Fueron un poco más de 30 kilómetros de ripio suelto, con un viento muy fuerte y bas-
tantes subidas. Eran las 7 PM y solo nos faltaban 5 kilómetros para llegar al trans-
bordador y cruzar. De pronto, por el mismo camino en el que íbamos vemos una camioneta con
3 hombres a bordo. Frenan cuando nos ven y nos preguntan hacia dónde vamos. Les contamos
que queríamos llegar hasta el lago para cruzar al otro lado y nos dicen que en ese puerto el
transbordador llega solo los días jueves (recién era domingo). Ya habíamos avanzado 30
kilómetros y estábamos cansados. No era una opción regresar por el mismo camino de ripio
con subidas y menos con ese viento, además ya eran las 7 de la tarde, por lo que era muy
probable que nos pillara la noche. Ellos no podían llevarnos hasta la ciudad porque iban hacia
otra parte, pero nos dicen que los esperemos porque iban a volver. La verdad es que estas
personas no nos transmitieron mucha confianza, les dijimos que sí y cuando se fueron nos mo-
vimos a una orilla del camino y empezamos a pensar en un plan alternativo. No pasaron ni 5
minutos, cuando escuchamos la voz de una mujer que nos llama desde su casa (no se veía desde
donde estábamos). Nos invita a pasar y nos cuenta que ella nos estuvo viendo en todo momen-
to y que sabía que necesitábamos ayuda. Nos dijo que no vayamos con las personas de la
camioneta y que si queríamos, ella podía llevarnos de regreso a Puerto Saavedra en su auto.
No solo nos llevó hasta puerto Saavedra, sino que también nos abrió las puertas de su casa
para que podamos dormir y compartimos con ella y su familia una buena cena a lado de una
estufa a leña.
37