Anecdotas
V
eníamos caminando con la bici a un costado. La subida desde el pueblo de Lumaco
hasta Traiguen era muy pronunciada y extensa como para seguir pedaleando.
Cristian se habia adelantado como por unos 100 metros y en ese momento no lo
veía porque ya habia pasado la curva de más adelante. Cuando estaba muy
cansada, hacia una parada de 2 minutos para recuperar oxígeno y continuaba. Al momento de
pasar la curva, alguien silba entre medio del denso bosque que cubría la carretera. No hice caso
y seguí avanzando. Un poco más adelante me vuelve a silbar. ¿Habia alguien mirándome escon-
dido entre los árboles en ese lugar tan solitario? Me empecé a asustar un poco, pero preferí
mirar hacia el frente y continuar mi camino. Otra vez! Y esta vez el silbido fue más fuerte! De
susto pase al miedo pero me esforcé por mantener la calma y hacer como si no lo habia escu-
chado. Lo peor, es que aún no veía al Cristian, así que acelere el paso como pude y el silbido
continuaba al lado mío. Avance unos 20 metros y por fin pude ver a Cristian que estaba es-
perándome. Todavía asustada llegue a contarle lo que me habia pasado y me dice: ahhh, esos
son pajaritos. Hasta el dia de hoy sigo pensando que un pájaro no puede hacer ese sonido. Pero
bueno, después de eso se me fue el miedo y continuamos subiendo juntos lo que nos quedaba.
No volví a escuchar un silbido en todo el camino.
36