El concierto del jueves, problemas de sonido aparte, sobre todo en el comienzo de “California”, dejo clara su conexión con el público, cimentada en que al menos seis canciones de su disco tienen lo necesario para ser explotadas en directo. La secuencia formada por “Ánimo, valiente”, “Estado provisional” o “El rey Ricardo”, y algo tan simple como los pulgares hacia abajo puede transformarse en toda una declaración de intenciones que sea recepcionada de la mejor forma desde debajo del escenario.
Y es que un simple estribillo (“Y esto se vende”) en su tema “La Ribera” fue capaz de que la gente se sumará y acabará de meterse de lleno en el concierto. Tras esto dieron paso a un segundo bloque en el que sin realizar cambios sustanciales, se dejó destacar la presencia de los teclados en “Nuevas Tierras” y con la euforia desatada en “Gloria”. Después siguieron con el ritmo machacón de “Celebración” y de la siempre efectista “La palabra”, que tres años después de su estreno no da la sensación de haberse agotado.
Hasta la manera en tratar los temas de menos peso y que menos éxito han suscitado desde que comenzaron su carrera en 2012 como “Avanzan las negociaciones” o “Todos contra todos” les han hecho aguantar en esta carrera de fondo musical. Los trucos y la vanidad de “Habitación 615” y los graves de “Aún no ha salido el sol” dieron paso como no podía ser de otra manera a “Ser Brigada”, donde muestran una excelsa seguridad por lo que hacen. La fé con la que tocan se ha transformado en una certeza que demuestra que este es su instante. Es el tiempo de León Benavente.