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Imaginación que se concreta

Hay un discurso generalizado en relación con la “necesidad” de incluir tecnologías en las aulas. Muchas veces, este discurso se enuncia desde una mirada prescriptiva que no toma en cuenta las condiciones institucionales, los contextos en los que las tecnologías se incluyen, los docentes que en el día a día trabajan con grupos de alumnos específicos, los campos de conocimiento y su diseño curricular. Es decir, una mirada construida desde el “deber ser”; si hay dispositivos, “hay que usarlos”. Pero en otras ocasiones, la inclusión de las tecnologías permite vislumbrar horizontes de posibilidad para recrear las prácticas, potenciarlas y pensarlas de manera diferente, involucrando y comprometiendo a la institución en su conjunto. Es usual encontrar, cada vez más, escenarios de alta dotación de tecnologías. La primera pregunta que aparece en estos escenarios refiere a la capacitación de los docentes y sus posibilidades de generar proyectos para el aula, es decir, su transferencia al salón de clases, su relevancia, su significatividad. Mi opinión personal es que hoy en las instituciones escolares, lo mejor es comenzar a hacer, a experimentar, a animarse a probar: conocemos el contenido, conocemos la didáctica del contenido, conocemos el grupo de estudiantes; este entramado es terreno fértil para ser enriquecido con un uso genuino de las tecnologías. Creo que tenemos que probar con algunas hipótesis para fortalecer nuestra enseñanza y los aprendizajes de nuestros alumnos en los diferentes niveles del sistema y en estrecha relación con los contenidos que desplegamos en las aulas. El colegio San Agustín apostó a innovar y lo hizo también con la idea de que no alcanza con capacitarse. Es preciso acompañar los proyectos en su quehacer diario, nutrirlo con ideas de colegas y con herramientas pertinentes para su sustentabilidad. Es importante dialogar acerca de las dudas sobre la implementación de nuestros proyectos; cuáles cobran sentido en nuestra comunidad educativa; cuáles necesitan de una segunda mirada crítica. Innovar no implica necesariamente la inclusión de tecnologías sino repensar la escuela, sus prácticas; su sentido, en el contexto contemporáneo en el cual las tecnologías son parte de las pinceladas de la vida cotidiana. Plantear nuevos desafíos y hacer camino al andar. ¿Qué cambia en nuestras maneras de enseñar y de aprender cuando hay mediación tecnológica? ¿Qué diferencias existen cuando la cognición se encuentra interpelada por procesos de percepción de nuevo tipo? ¿Qué ocurre cuando leemos materiales multimodales? Estos son algunos interrogantes que forman parte de los caminos a recorrer.

Una comunidad de práctica

La inclusión de tecnología en un contexto institucional, cuando hay intencionalidad pedagógica requiere de lazos fuertes entre los miembros que participan de la experiencia.

imentado y creando puentes con nuestra imaginación. Es por eso que este libro, invita a leer estos hilos que se comienzan a tejer, ideas que nos permiten proyectar; que dan cuenta de la fuerza de la comunidad de práctica de la escuela; de la potencia de revisar las prácticas y comenzar a escribir la propia historia de las tecnologías con sentido pedagógico.

Carina Lion

1.Imaginación que se concreta

Hay un discurso generalizado en relación con la “necesidad” de incluir tecnologías en las aulas. Muchas veces, este discurso se enuncia desde una mirada prescriptiva que no toma en cuenta las condiciones institucionales, los contextos en los que las tecnologías se incluyen, los docentes que en el día a día trabajan con grupos de alumnos específicos, los campos de conocimiento y su diseño curricular. Es decir, una mirada construida desde el “deber ser”; si hay dispositivos, “hay que usarlos”. Pero en otras ocasiones, la inclusión de las tecnologías permite vislumbrar horizontes de posibilidad para recrear las prácticas, potenciarlas y pensarlas de manera diferente, involucrando y comprometiendo a la institución en su conjunto. Es usual encontrar, cada vez más, escenarios de alta dotación de tecnologías. La primera pregunta que aparece en estos escenarios refiere a la capacitación de los docentes y sus posibilidades de generar proyectos para el aula, es decir, su transferencia al salón de clases, su relevancia, su significatividad. Mi opinión personal es que hoy en las instituciones escolares, lo mejor es comenzar a hacer, a experimentar, a animarse a probar: conocemos el contenido, conocemos la didáctica del contenido, conocemos el grupo de estudiantes; este entramado es terreno fértil para ser enriquecido con un uso genuino de las tecnologías. Creo que tenemos que probar con algunas hipótesis para fortalecer nuestra enseñanza y los aprendizajes de nuestros alumnos en los diferentes niveles del sistema y en estrecha relación con los contenidos que desplegamos en las aulas. La Escuela San Agustín apostó a innovar y lo hizo también con la idea de que no alcanza con capacitarse. Es preciso acompañar los proyectos en su quehacer diario, nutrirlo con ideas de colegas y con herramientas pertinentes para su sustentabilidad. Es importante dialogar acerca de las dudas sobre la implementación de nuestros proyectos; cuáles cobran sentido en nuestra comunidad educativa; cuáles necesitan de una segunda mirada crítica. Innovar no implica necesariamente la inclusión de tecnologías sino repensar la escuela, sus prácticas; su sentido, en el contexto contemporáneo en el cual las tecnologías son parte de las pinceladas de la vida cotidiana. Plantear nuevos desafíos y hacer camino al andar. ¿Qué cambia en nuestras maneras de enseñar y de aprender cuando hay mediación tecnológica? ¿Qué diferencias existen cuando la cognición se encuentra interpelada por procesos de percepción de nuevo tipo? ¿Qué ocurre cuando leemos materiales multimodales? Estos son algunos interrogantes que forman parte de los caminos a recorrer.

2.Una comunidad de práctica

La inclusión de tecnología en un contexto institucional, cuando hay intencionalidad pedagógica requiere de lazos fuertes entre los miembros que participan de la experiencia. Señala Wenger que la comunidad se despliega alrededor de una identidad compartida sobre un tema determinado y La comunidad y y sus miembros interactúan sobre los temas de interés a lo largo del tiempo construyendo lazos fuertes. Las comunidades van construyendo una cultura compartida, un modo de pensar, de participar, de crear y recrear prácticas que a la vez fortalecen el sentido de pertinencia.

Las tecnologías pueden recrear dichas comunidades y fortalecerlas. Las redes abren a la participación, fortalecen lazos y generan formas de “inteligencia colectiva” (Levy,2004) cuando hay préstamos cognitivos de las mentes involucradas, esto es, se consolidan con cierta permeabilidad espacios más abiertos de prácticas que van construyendo un modo de pensar proyectos educativos. La comunidad de práctica, entonces, se vuelve permeable a los cambios cuando concebimos las aulas como espacios “porosos” (Lion, 2012), es decir, espacios que tienden puentes entre el afuera y el adentro; clases que se piensan expandidas; que articulan contenidos; que trasvasan los límites que imponen curricula y contenidos y como decíamos, se conciben como experimentales y plausibles de fortalecer otro tipo de aprendizajes. Esto abre iniciativas de creación que se comparten con colegas y otros miembros de la comunidad de práctica; se consolidan con expertos en espacios tanto formales e informales y se hacen públicos al afuera, como el caso de esta publicación para que sean interpeladas en comunidades más amplias. No es fácil dar a conocer lo incipiente. Pero más difícil es resguardarlo sin darle oportunidad de diálogo.

3.Desafíos: lo que vendrá

Difícil saber qué será de las escuelas en los próximos años, qué perfil de alumno necesitaremos para qué sociedad, con qué conocimientos y habilidades cognitivas. Sin embargo hay algunas certezas: el lugar central de los docentes como tejedores de grandes historias, relatos que emocionen y generen una enseñanza poderosa (Maggio, 2012), que conmueva y perdure en las mentes de nuestros alumnos; la necesidad de pensarnos colegiadamente con estrategias que nos fortalezcan tanto como colectivo de docentes como desde un enriquecimiento en nuestras trayectorias profesionales personales; la relevancia de diseñar proyectos que transformen las prácticas y las transporten en el pasado, presente y futuro, anticipando, experimentado y creando puentes con nuestra imaginación. Es por eso que este libro, invita a leer estos hilos que se comienzan a tejer, ideas que nos permiten proyectar; que dan cuenta de la fuerza de la comunidad de práctica de la escuela; de la potencia de revisar las prácticas y comenzar a escribir la propia historia de las tecnologías con sentido pedagógico.

Carina Lion

1.Imaginación que se concreta

Hay un discurso generalizado en relación con la “necesidad” de incluir tecnologías en las aulas. Muchas veces, este discurso se enuncia desde una mirada prescriptiva que no toma en cuenta las condiciones institucionales, los contextos en los que las tecnologías se incluyen, los docentes que en el día a día trabajan con grupos de alumnos específicos, los campos de conocimiento y su diseño curricular. Es decir, una mirada construida desde el “deber ser”; si hay dispositivos, “hay que usarlos”. Pero en otras ocasiones, la inclusión de las tecnologías permite vislumbrar horizontes de posibilidad para recrear las prácticas, potenciarlas y pensarlas de manera diferente, involucrando y comprometiendo a la institución en su conjunto. Es usual encontrar, cada vez más, escenarios de alta dotación de tecnologías. La primera pregunta que aparece en estos escenarios refiere a la capacitación de los docentes y sus posibilidades de generar proyectos para el aula, es decir, su transferencia al salón de clases, su relevancia, su significatividad. Mi opinión personal es que hoy en las instituciones escolares, lo mejor es comenzar a hacer, a experimentar, a animarse a probar: conocemos el contenido, conocemos la didáctica del contenido, conocemos el grupo de estudiantes; este entramado es terreno fértil para ser enriquecido con un uso genuino de las tecnologías. Creo que tenemos que probar con algunas hipótesis para fortalecer nuestra enseñanza y los aprendizajes de nuestros alumnos en los diferentes niveles del sistema y en estrecha relación con los contenidos que desplegamos en las aulas. La Escuela San Agustín apostó a innovar y lo hizo también con la idea de que no alcanza con capacitarse. Es preciso acompañar los proyectos en su quehacer diario, nutrirlo con ideas de colegas y con herramientas pertinentes para su sustentabilidad. Es importante dialogar acerca de las dudas sobre la implementación de nuestros proyectos; cuáles cobran sentido en nuestra comunidad educativa; cuáles necesitan de una segunda mirada crítica. Innovar no implica necesariamente la inclusión de tecnologías sino repensar la escuela, sus prácticas; su sentido, en el contexto contemporáneo en el cual las tecnologías son parte de las pinceladas de la vida cotidiana. Plantear nuevos desafíos y hacer camino al andar. ¿Qué cambia en nuestras maneras de enseñar y de aprender cuando hay mediación tecnológica? ¿Qué diferencias existen cuando la cognición se encuentra interpelada por procesos de percepción de nuevo tipo? ¿Qué ocurre cuando leemos materiales multimodales? Estos son algunos interrogantes que forman parte de los caminos a recorrer.

2.Una comunidad de práctica

La inclusión de tecnología en un contexto institucional, cuando hay intencionalidad pedagógica requiere de lazos fuertes entre los miembros que participan de la experiencia. Señala Wenger que la comunidad se despliega alrededor de una identidad compartida sobre un tema determinado y La comunidad y y sus miembros interactúan sobre los temas de interés a lo largo del tiempo construyendo lazos fuertes. Las comunidades van construyendo una cultura compartida, un modo de pensar, de participar, de crear y recrear prácticas que a la vez fortalecen el sentido de pertinencia.

Las tecnologías pueden recrear dichas comunidades y fortalecerlas. Las redes abren a la participación, fortalecen lazos y generan formas de “inteligencia colectiva” (Levy,2004) cuando hay préstamos cognitivos de las mentes involucradas, esto es, se consolidan con cierta permeabilidad espacios más abiertos de prácticas que van construyendo un modo de pensar proyectos educativos. La comunidad de práctica, entonces, se vuelve permeable a los cambios cuando concebimos las aulas como espacios “porosos” (Lion, 2012), es decir, espacios que tienden puentes entre el afuera y el adentro; clases que se piensan expandidas; que articulan contenidos; que trasvasan los límites que imponen curricula y contenidos y como decíamos, se conciben como experimentales y plausibles de fortalecer otro tipo de aprendizajes. Esto abre iniciativas de creación que se comparten con colegas y otros miembros de la comunidad de práctica; se consolidan con expertos en espacios tanto formales e informales y se hacen públicos al afuera, como el caso de esta publicación para que sean interpeladas en comunidades más amplias. No es fácil dar a conocer lo incipiente. Pero más difícil es resguardarlo sin darle oportunidad de diálogo.

3.Desafíos: lo que vendrá

Difícil saber qué será de las escuelas en los próximos años, qué perfil de alumno necesitaremos para qué sociedad, con qué conocimientos y habilidades cognitivas. Sin embargo hay algunas certezas: el lugar central de los docentes como tejedores de grandes historias, relatos que emocionen y generen una enseñanza poderosa (Maggio, 2012), que conmueva y perdure en las mentes de nuestros alumnos; la necesidad de pensarnos colegiadamente con estrategias que nos fortalezcan tanto como colectivo de docentes como desde un enriquecimiento en nuestras trayectorias profesionales personales; la relevancia de diseñar proyectos que transformen las prácticas y las transporten en el pasado, presente y futuro, anticipando, experimentado y creando puentes con nuestra imaginación. Es por eso que este libro, invita a leer estos hilos que se comienzan a tejer, ideas que nos permiten proyectar; que dan cuenta de la fuerza de la comunidad de práctica de la escuela; de la potencia de revisar las prácticas y comenzar a escribir la propia historia de las tecnologías con sentido pedagógico.

Carina Lion

Directora general del Centro de Investigación en Tecnología y Pedagogía de la Universidad de Buenos Aires

PRÓLOGO

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