Algunos físicos pudieron producir estos rayos pero no fueron capaces de reconocer la importancia del fenómeno. Si que parece, en cambio, que Phillip Lenard, quien ideó el tubo con un orificio que permitía escapar los rayos catódicos, no recibió el merecimiento que le correspondía.
Como era fácil producir los rayos X, pronto se popularizaron en comercios y lugares públicos, siendo utilizados de forma banal, hasta que se dieron cuenta de su peligro. Entonces se restringió su uso a la medicina. Importantes empresas pretendieron obtener la patente para producir aparatos de rayos X. Sin embargo, era tradición en la universidad alemana que los descubrimientos de los profesores pertenecían a la humanidad y no debían ser ni controlados, ni patentados, ni limitados.
En 1900 Röntgen decidió aceptar el cargo de profesor en la Universidad de Munich, donde permaneció hasta su muerte. Allí aumentaron los temas administrativos de los que se tuvo que ocupar y disminuyeron los científicos.
Entre 1900 y 1921 sólo publicó siete trabajos sobre la conductividad eléctrica, las radiaciones, las propiedades físicas de los cristales, etc.
En 1914 estalló la Primera Guerra mundial y Röntgen se refugió en una casa de campo que tenía en Wilheim, en los Alpes bávaros. Durante ese tiempo murió su mujer Bertha (1919) y también se esfumó su fortuna tras el colapso del marco después de la guerra. A partir de entonces vivió modestamente, renunció a su plaza de profesor y su salud empezó a resentirse. Murió en 1923 en Munich a consecuencia de un cáncer intestinal.
Los hallazgos de Röntgen abrieron un extraordinario campo en medicina; pronto fueron un instrumento de diagnóstico de gran importancia y dieron lugar al desarrollo de una ciencia y una práctica radiológica. Su obra es un reflejo de la importancia que tiene la investigación experimental en ciencias básicas.
José L. Fresquet, Universitat de València.
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