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discapacidad. La soluciòn no es dejarnos afuera con ese prejuicio tan macabro de que no podemos hacer lo
que hacen los demàs. Tuve la fortaleza de vencer mis miedos, acercarme a la gente y mostrar lo que soy.
Mis hijas no merecen una madre que se queda encerrada en su casa porque no quiere que la señalen.
Estoy orgullosa de mì misma por lo que logrè y del ejemplo que les transmito.
Glenda y Celene, las niñas de Ana.
La entrevista culmina a las 16 horas. Ana bate con ahìnco un bizcochuelo, que serà la merienda de sus hijas
cuando regresen de la escuela. Gloria la observa sin intervenir, y en su mirada de madre se refleja el amor
incondicional y la admiraciòn por su hija. La conversaciòn que se iniciò con temas dolorosos, repasando los
avatares de la vida, su ceguera, el abandono que le hiriò el corazòn, tuvo un final feliz. Ana es aquella
invidente que creyò que la mala suerte se habìa ensañado con ella. La que llorò durante meses y tambièn la
que no querìa continuar viviendo. Aùn màs que eso, Ana es la mujer que descubriò en su interior una
fortaleza que no sabìa que tenìa. Se sobrepuso a cada tempestad. Supo hacerle frente a un destino que se
presentaba miserable y con su voluntad de hierro demostrò que ella podìa cambiar la historia. “Anita” es un
ejemplo de que los lìmites los establece uno mismo y que no hay nada en el mundo que no se pueda lograr,
porque “siempre que haya vida habrà esperanza”, como reza una cèlebre frase.
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