Revista versión 2 Revista Prensa -Versión 2 | Page 19

cuando miro el reloj y son las cinco y soy una manija que calcula intereses o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas​​ ​ o un oído que escucha como ladra el teléfono o un tipo que hace números y les saca verdades​​ ​ Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme ¿Qué tal? ​ Y quedaríamos yo con la mancha roja de tus labios ​ tú con el tizne azul de mi carbónico”. Aún más que un romántico empedernido, Mario fue un hombre de patria, de ideales​​ ​ políticos que hizo valer aún cuando le costaron las amenazas y el exilio político. Y​​ ​ es que si hay algo que jamás podrá ser prohibido es esa sed de justicia arrolladora,​​ ​ que está dispuesta a entregar la vida si es preciso, antes que someterse al​​ ​ despotismo. ¡Vaya ímpetu tenía Mario que relató sin cesar sobr ella época opresora​​ ​ que le tocó vivir! “Una cosa es morirse de dolor y otra cosa es morirse de​​ ​ vergüenza, porque es mejor llorar que traicionar, porque es mejor llorar que​​ ​ traicionarse. Llorá pero no olvides”, dice su poema “Hombre preso que mira a su​​ ​ hijo”, donde expresa sin pudores las torturas de la dictadura que pese a llevarlo​​ ​ lejos de sus tierras, no lograron callar su arte ni su corazón charrúa clamando por​​ ​ libertad. En su prolífica obra que incluye más de noventa publicaciones, Mario combinó​​ ​ todas sus facetas de ciudadano común, de soñador con hambre de igualdad, de​​ ​ hombre enamorado de su esposa cómplice, de patriota traicionado, de exiliado que​​ ​ lloró a los suyos a la distancia. Además fue redactor en el semanario “Marcha”, fue integrante del Moviemiento de​​ ​ Liberación Nacional, miembro de la revista “Brecha” y galardonado con​​ ​ multiplicidad de premios en su Uruguay natal y en el extranjero. En todos los países​​ ​ que lo acogieron, Benedetti desplegó su arte y dejó su huella imborrable no sólo en​​ ​ el Río de la Plata, sino también en Cuba y España. El destierro lo separó de su patria y de su entrañable esposa Lúz López Alegre, que​​ ​ se mantuvo fiel a los ideales de su esposo, siendo su apoyo infalible en los malos​​ ​ ratos. Probablemente sus tertulias y su amor abnegado continúan ahora en el lugar​​ ​ donde reposan las almas nobles y valientes