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que padre e hijo se vean una asistente social estará presente, que no hay nada que temer, que todos
podemos tener segundas oportunidades en la vida, que será reparador para Santiago vincularse con
su agresor. Por lo que cuentan, Andrés está más príncipe que nunca, con el discurso dulce y los ojos
tiernos que Carla ya conoce. Lo que nadie sabe es que en él habita una bestia, y quizàs cuando la
fiera vuelva a aflorar será demasiado tarde para Santiago. El niño no recuerda el hecho, pero la
cicatriz en su frente da testimonio de la tarde en que su padre atentó contra su vida y sus ojitos lloran
cuando le dicen que tiene que verlo. Lo que pase de aquí en adelante, nadie lo sabe. Si por infortunio,
Andrés tiene otra embestida de ira, ¿a quién culparemos? Sin dudas, Carla será nuestro blanco.
Apuntaremos a ella. La tildaremos de inepta e irresponsable. La sociedad durmiente despotricará
contra la madre. ¿Por qué no lo dejó antes? ¿Por qué tuvo un hijo con él? ¿Por qué no pidió ayuda?
Pero,¿quién hablará del culpable? Probablemente, nadie. No se habla de los culpables. Nuestra
sociedad siempre está preparada para fustigar a las víctimas. El pecado nunca es del agresor. El error
siempre es de los padres que no educaron, de la mujer que no elige al hombre correcto, de las chicas
que salen solas, de la ropa provocativa, de las redes sociales, de andar buscando que les pasen cosas
malas. Un sinfín de argumentos que castigan a la víctima. Después de todo, parece que nos
merecemos el maltrato.
El propio Dios nos hizo para mero entretenimiento y compañía del hombre. Tomada de una costilla de
Adán, la mujer es quien peca desde el Génesis. No satisfecha con el privilegio de pertenecer a Adán
en el paraíso, Eva se puso a hablar con serpientes e incitó al hombre a probar el fruto prohibido. Al
parecer, sus sucesoras estamos condenadas a repetir la historia, puesto que siempre somos nosotras
las que provocamos que los hombres cometan males. Ojalá Carla y su hijo no formen nunca parte de
la estadística de muertes a causa de la violencia, por el sólo hecho de tropezar con un príncipe bestia
en un sistema que avala el maltrato, uniendo a víctimas y victimarios. Porque para el INAU la culpa no
fue de Andrés que hirió, fue de Carla que así lo quiso.
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