AMÉRICAS
29
público, como la movilización de habitante de una ciudad por metro, tren o buses o la construcción
de un canal en una finca bien sea por medios manuales o mecánicos. En estos dos casos el valor
recibido por el servicio, conocido o desconocido es irrelevante, por ser común a todas las alternativas,
lo que importa aquí es saber que alternativa cuesta menos.
Para tratar estos problemas, típicos del sector público y de las decisiones internas de las empresas,
la evaluación dispone de la metodología del costo anual equivalente, CAE, surgida directamente de
la mecánica de flujos descontados e inherentes de las deducciones para series uniformes de pago.
La bondad de este método estriba en permitir hallar el costo-equivalente de una alternativa de inversión,
por un período determinado, por ejemplo, el año, el mes o la hora.
El costo así calculado se compara con otras alternativas, para seleccionar la menos onerosa.
Determinando si es más barato tomar en alquiler un local que comprarlo, o si la hora-máquina de
una pala grúa contratada está saliendo tan costosa que amerita comprar una o reparar otra que ya
se tiene.
El método además proporciona la ventaja de permitir la comparación de alternativas de diferente
duración, ya que lo que se evalúa es el costo del período. (Gutiérrez, 1992, p, 74).
Finalmente, Grinblatt y Titman (2003) comenta que:
Las empresas se valen de otros procedimientos y de reglas prácticas para evaluar sus inversiones.
A diferencia de la tasa interna de rendimiento, que puede justificarse en determinadas circunstancias,
los métodos del período de recuperación y de la tasa de rentabilidad contable no son criterios de
decisión aceptables.
Fundamentalmente, estas dos técnicas están basadas en conceptos y, al contrario que las reglas
de la TIR y del VAN, no introducen correcciones en función del dinero en el tiempo. Por todo ello,
se utilizan cada vez menos para la evaluación de inversiones importantes. Sin embargo, el hecho
de que criterios claramente inferiores, como los del plazo de recuperación o la tasa de rentabilidad
contable, se sigan aplicando todavía en las grandes decisiones de inversión nos lleva a pensar que
la regla TIR utilizada habitualmente no tiene ninguna cualidad oculta que la haga superior al VAN.
Nuestra sospecha es que el criterio de la TIR, al igual que las reglas basadas en los datos contables,
subsiste a causa de la costumbre o del desconocimiento y confiamos en que, tarde o temprano, el
empleo de la TIR irá disminuyendo. (Grinblatt y Titman, 2003, p, 268).
El siguiente cuadro nos da un resumen didáctico del tipo de decisión a tomar para aceptar o rechazar
los resultados del VAN y TIR.
Crea valor
Rinde lo esperado
Destruye valor