En el mundo de mis sueños…
Cuento
Así y allí me vi esta noche, en ese baño de
servicio construido en la parte trasera de la casa,
con su boiler de combustibles de aserrín, el que
yo también lo usaba cuando tenía deseos de
fumarme a escondidas, esos cigarros de moda de
la época de mi adolescencia y que sin poca ni más
vergüenza le robaba a mi hermano Jon, él los
traía de los Estados Unidos para venderlos entre
los amigos y conocidos. Ingenuamente de mi
parte, escondía la cajetilla entre los desechos de
las cenizas que quedaban de los combustibles ya
quemados, naturalmente lo hacía para no ser
descubierta,
sabiendo
que
si
me
descubrían, recibiría seguramente un tremendo
castigo teniendo que escuchar la cantaleta de mis
padres. Y allí dentro y bajo la regadera, de donde
sale con una gran potencia el agua caliente, me
encuentro disfrutando esa deliciosa ducha, mi
cuerpo
goza
al
recibir
su
caricia. Desgraciadamente mi disfrute duró poco
tiempo, no me di cuenta que no había jabón
para lavar mi cuerpo, tampoco shampoo ni
acondicionador para el pelo, como tampoco una
toalla para secarme, lo único que encontré
después de cerrar la llave, fue una bata vieja y
sucia, la cual tome con cierto recelo y un poco de
asco para cubrirme. Al salir y cruzar el patio en
dirección a mi recamara escuché claramente la
voz de mi querido "Viejo" que con su
acostumbrada, apacible y amoroso actitud se
dirige a mí diciéndome !Luly, camina con
cuidado, ¿no te das cuenta que el piso esta
resbaloso y aquí afuera está tan frio?¿Cuándo
aprenderás a ducharte con sandalias y no salir del
baño descalza?, ¿no crees que hacer eso, es un
poco peligroso hijita querida?- Esas palabras
llegaron como música a mis oídos, tanto tiempo
sin escucharlo ni tenerlo conmigo y ahí en medio
del sueño lo tengo frente a mí, lo veo, lo escucho y
lo quiero abrazar, por desgracia al momento de
hacer el intento desaparece, dejándome parada y
con una gran tristeza en mi corazón. Ahí en
medio del patio de la casa, en donde con solo
voltear la mirada, ahora me veo en la puerta de
la entrada principal, abierta de par en par y yo
continuo únicamente con esa mugrienta bata
puesta, cubriendo mi desnudes.
A corta distancia, distingo a Rocío cruzando la
calzada, va acompañada de nuestros hijos, lo
increíble es, que todos estaban de la misma edad,
entre los cuatro años, ella a finales de los veinte y
yo aún no llegaba ellos. Los veo alejarse, nadie me
había dicho nada, que iban a la playa, pero yo lo
sabía y me continúo parada, sigo ahí, en la puerta
de entrada, con esa inquietante bata vieja, sucia y
maloliente. Ni mis piernas ni un solo de mis
músculos se mueven, estoy completamente
paralizada, intento llamar su atención, pero mi
cuerpo no obedece las ordenes que le envía mi
cerebro. Veo su partida con angustia, no hay una
mirada ni un gesto de despedida para mí.
Tan solo el roce de la mano de Connie me hace
reaccionar y al mismo tiempo cambia el lugar y la
situación anterior, ella me jala suavemente del
brazo y me dirige hacia la alberca, que en al
momento y de la nada aparece al igual que los
niños delante de nosotras. Los niños tomados de las
manos y envueltos en sus batas de baño, tan
sorprendentemente blancas, muy blancas y limpias
a la vista y con un fresco olor del suavizante de
telas. Nos miran con sus caritas sonrientes, nos
suplican que entremos a nadar con ellos.
Viéndome todavía desnuda dentro de esa bata
que molesta tanto, les pido que me tengan un poco
de paciencia, es necesario que me ponga
primeramente un traje de baño, me tomará solo
unos minutos hacerlo, solo que tengo que ir por él
para poder regresar prontamente, en estar
nuevamente con ellos y cumplir sus deseos.