Somnolientos se agasajan sin haberse
percatado de mi participación visual, sus
caricias son apacibles cayendo en un sopor
hasta quedarse dormidos. Dándose así por
terminada la sesión amorosa.
Excitada y molesta me levanto, me pongo
un ceñido traje de baño que encuentro
dentro de la mochila donde cargo mis
pertenencias.
Bajo corriendo
acaloradamente las escaleras y salgo del
albergue tan irritada que el camino hacia la
colina se me hace demasiado largo para
llegar al arroyuelo para poder enfriar un
poco las exigencias físicas que reclaman
atención inmediata. Estando frente al
riachuelo me tiro un clavado logro hacerlo
sin lastimarme a pesar de que no era tan
profundo.
Sus
aguas
tranquilas
y
transparentes reconfortan el calor que se
siente en el exterior y el que arder dentro
de mi ser. Ya había encontrado sosiego en
las humedades del río cuando de pronto
llega Alejandro, totalmente colérico, me
reclama el haberme salido sin avisarles y de
un solo jalón me saca del agua. Estuve a
punto de caer si no es porque me sostiene
con sus fuertes y musculosos brazos
repagándome
impetuosamente
a
su
desnudo regazo, Nuestras caras están tan
cerca que las miradas se fijan en nuestros
labios y es el momento en el que
desaparecen por arte de magia mis
temores, los besos y las caricias no se hacen
esperar entregándonos a la lujuria sin
mayor resistencia.
Habiendo saciando los deseos de mis
entrañas pudimos
regresar felizmente
satisfechos a la cabaña para encontrarnos
con los invitados al convivio y juntos poner
todo lo que habíamos usado durante la
fiesta nuevamente en su lugar original.
Intentamos
preservar
el
episodio
escandaloso
tomando
una
actitud
cautelosa, aunque es casi imposible poder
ocultar el placer que gozamos. La radiante
sonrisa de satisfacción que se dibuja en
nuestros labios y el brillo en los ojos reflejan
la complicidad que únicamente a nosotros
nos pertenece.
A Rosita nunca la volví a ver. Los invitados,
la música, las mantas, los juguetitos, todo
eso quedó allí, como siempre “En el mundo
de los sueños” y ahora aquí en la historia
escrita. Aunque sé que en el mundo real, la
imagen de Alejandro no se apartará de mi
mente por mucho tiempo espero que el
ferviente deseo de estar entre sus brazo
nuevamente sea suficiente para revivir la
aventura que disfruté al máximo esta
inolvidable noche.
Por: Luzma Schulze