uno de nuestros pasos, sosteniéndonos de
la tambaleante balaustrada alcanzamos el
piso superior. La mayoría de los dormitorios
tenían pesadas puertas de madera labrada
que se encontraban cerradas protegiendo a
las parejas que ya se encontraban.
Afortunadamente durante el trayecto de la
escalera a nuestra habitación solo se
escucharon las risas y los gemidos
candentes de las parejas que ya se
encontraban en los dormitorios detrás de
las grandes y pesadas puertas de madera
labrada cerradas evitándome de tal manera
ser espectadora en primera fila en la
representación de la sensual obra actuada
por apasionados actores.
Al final del pasillo estaba nuestra
habitación, entramos después de que él
abrió la puerta, estaba iluminada a medias
por una pequeña lámpara colgando del
techo de la que salían tenues destellos de
colores, la cama, tendida con un fino
edredón de satín liso de color azul pastel
luciendo acogedoramente, invitaba a
recostarse en ella para tomar un reparador
descanso.
Desgraciadamente
las
intenciones de mi acompañante eran otras.
Alejandro en ese momento ya tenía una
mirada lujuriosa en sus ojos, trataban de
convencerme con una sonrisa burlona,
lograba solamente aumentar mi zozobra.
Me hacía sentir como un objeto, con el
único valor corporal que requiere un
hombre para satisfacer sus instintos. Con
ese mal sentimiento, enfrascada en mis
pensamientos y fraguando como poder salir
avante de la situación, no advertí el
momento el qué entro Rosita, su tarareo
alegre fue lo que me sacó de mi letargo
haciendo que mi desasosiego se duplicara,
su presencia me indicaba que ahora sí
lograrían sus intenciones.
Se tiran sobre la cama ignorándome por
completo. Las caricias y los besos, al
principio tiernos, se van intensificando a tal
grado que se desnudan ante mí sin ninguna
aflicción, susurran palabras sensuales con
las que se estimulan para llegar al éxtasis,
incitando de tal manera el deseo en mí.
Están logrando su propósito, me digo a mi
misma y al mismo tiempo me pregunto
¿será posible que pueda permanecer ajena
a todo esto? La respuesta no se hizo
esperar y sin más voluntad me dejo llevar
por las circunstancias. Yendo hacia ellos me
voy quitando, una por una mis prendas de
vestir, cayendo lentamente sobre el piso
detrás de cada uno de mis pasos. Me
detengo frente a la cama petrificada por el
temor a ser descubierta ya habiéndome
quedado únicamente en ropa interior.
Recorro solo con la mirada sus cuerpos
desnudos mientras que ellos, habiéndose
olvidado
ya
completamente
de
mí
prosiguen con su apasionado retozo.
Impulsivamente y sin pensarlo dos veces
decido acostarme junto a él. Voy
delineando con mis temblorosos dedos el
contorno de su silueta, recorriéndola
embelesada centímetro a centímetro,
reprimiendo las ganas de manosear para
que no distraerlos. Sus desnudas figuras
despiden un excitante olor a virilidad
mezclado con aroma dulzón femenino. Los
gemidos que brotan de sus gargantas se
acoplan al ritmo de los movimientos de sus
enardecidos cuerpos despertando un
penetrante e insólito deseo en mis entrañas.