Revista UNADiccion Diciembre 2014 | Page 32

uno de nuestros pasos, sosteniéndonos de la tambaleante balaustrada alcanzamos el piso superior. La mayoría de los dormitorios tenían pesadas puertas de madera labrada que se encontraban cerradas protegiendo a las parejas que ya se encontraban. Afortunadamente durante el trayecto de la escalera a nuestra habitación solo se escucharon las risas y los gemidos candentes de las parejas que ya se encontraban en los dormitorios detrás de las grandes y pesadas puertas de madera labrada cerradas evitándome de tal manera ser espectadora en primera fila en la representación de la sensual obra actuada por apasionados actores. Al final del pasillo estaba nuestra habitación, entramos después de que él abrió la puerta, estaba iluminada a medias por una pequeña lámpara colgando del techo de la que salían tenues destellos de colores, la cama, tendida con un fino edredón de satín liso de color azul pastel luciendo acogedoramente, invitaba a recostarse en ella para tomar un reparador descanso. Desgraciadamente las intenciones de mi acompañante eran otras. Alejandro en ese momento ya tenía una mirada lujuriosa en sus ojos, trataban de convencerme con una sonrisa burlona, lograba solamente aumentar mi zozobra. Me hacía sentir como un objeto, con el único valor corporal que requiere un hombre para satisfacer sus instintos. Con ese mal sentimiento, enfrascada en mis pensamientos y fraguando como poder salir avante de la situación, no advertí el momento el qué entro Rosita, su tarareo alegre fue lo que me sacó de mi letargo haciendo que mi desasosiego se duplicara, su presencia me indicaba que ahora sí lograrían sus intenciones. Se tiran sobre la cama ignorándome por completo. Las caricias y los besos, al principio tiernos, se van intensificando a tal grado que se desnudan ante mí sin ninguna aflicción, susurran palabras sensuales con las que se estimulan para llegar al éxtasis, incitando de tal manera el deseo en mí. Están logrando su propósito, me digo a mi misma y al mismo tiempo me pregunto ¿será posible que pueda permanecer ajena a todo esto? La respuesta no se hizo esperar y sin más voluntad me dejo llevar por las circunstancias. Yendo hacia ellos me voy quitando, una por una mis prendas de vestir, cayendo lentamente sobre el piso detrás de cada uno de mis pasos. Me detengo frente a la cama petrificada por el temor a ser descubierta ya habiéndome quedado únicamente en ropa interior. Recorro solo con la mirada sus cuerpos desnudos mientras que ellos, habiéndose olvidado ya completamente de mí prosiguen con su apasionado retozo. Impulsivamente y sin pensarlo dos veces decido acostarme junto a él. Voy delineando con mis temblorosos dedos el contorno de su silueta, recorriéndola embelesada centímetro a centímetro, reprimiendo las ganas de manosear para que no distraerlos. Sus desnudas figuras despiden un excitante olor a virilidad mezclado con aroma dulzón femenino. Los gemidos que brotan de sus gargantas se acoplan al ritmo de los movimientos de sus enardecidos cuerpos despertando un penetrante e insólito deseo en mis entrañas.