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el que les habíamos entregado. El resultado fue maravilloso, unos árboles preciosos, unos más llamativos que otros, pero todos igualmente bonitos y lucidos. Los estuvimos analizando uno a uno y finalmente, decidimos colgarlos fuera del aula, en el pasillo, para que los vieran todos los miembros de la comunidad educativa que fuesen pasando por la zona de Educación Infantil. Finalmente en una tercera sesión y pasadas algo más de tres semanas desde nuestra primera toma de contacto con la actividad, durante las cuales entre otras cosas visionaron junto a la tutora varios vídeos en YouTube sobre cómo decorar un árbol de navidad, decidimos volver a pedirles que decorasen el mismo árbol de navidad, pero esta vez sin facilitarles nosotras un modelo en el que centrarse y sin decirles cómo poder hacerlo, aunque sí entregándoles los mismos materiales que les habíamos dado la primera vez que les presentamos la actividad. El resultado fueron árboles distintos y muy logrados, acordes a sus características e intereses, pero con un sello de identidad propio, que sin duda fue mucho más gratificante y enriquecedor para ellos/as que el realizado en la primera sesión. Todo ello nos ayudó a concluir que aunque bien es cierto que en todos los casos el trabajo tuvo como resultado un producto de elaboración propia, no cabe duda de que en la primera situación a pesar de que se desarrollaron habilidades tan importantes como la atención y la coordinación visomotora y que en ningún momento se les dijo que el árbol a entregar debía ser igual al del modelo realizado, no hubo ningún indicio de creatividad, mientras que en la segunda y tercera ocasión, sí que se dieron una serie de condiciones que permitieron al alumnado crear un producto único en el que primaron sus intereses, dando así rienda suelta a su creatividad. Esto nos llevó a recapacitar sobre las continuadas ocasiones en que hemos creído que hemos estado favoreciendo la creatividad del alumno-a solamente por el hecho de haber llevado a cabo con ellos/as, una serie de actividades manuales o artísticas en las que les hemos ofrecido la oportunidad de manipular distintos materiales como pintura de dedos, plastilina, gomets,… y sin embargo, seguro que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera hemos logrado que se involucraran por completo en la actividad o se sintieran motivados hacia ella. De hecho, teniendo en cuenta los objetivos y contenidos del currículum orientados a favorecer el desarrollo de la creatividad en numerosas ocasiones se quedan simplemente en eso, en una serie de objetivos y contenidos recogidos en las programaciones, ya que luego suele ocurrir que al plantear las actividades de aprendizaje necesarias para conseguirlos, la mayoría de las veces, lo que conseguimos es todo lo contrario. Por ello y a modo de conclusión, pienso que para desarrollar el proceso creativo en nuestro alumnado como profesionales de la educación deberíamos conocer cuáles son las conductas y actitudes que favorecen la creatividad y cuáles no. Así como tener claro el que debemos plantear tareas o actividades en las cuales se tengan en cuenta siempre las necesidades, características e intereses de nuestro alumnado y propiciar el ambiente y las condiciones necesarias para ello. Pag 11 - Tamadaba Nº21 - 2019