En contraste a lo anterior, en el espectro de la investigación, es muy
inusual encontrar un agente insociable, esto por varios factores como la
necesidad del diálogo disciplinar, la tendencia a generar redes, la obvia
necesidad de contar con ayudantes y asistentes de investigación para las
tareas más operativas, esto dentro de los GIE también es tendencia,
permitiendo que el docente pase de la lógica de planificación didáctica
unipersonal a otras, donde los equipos docentes se distribuyen esa tarea; en
síntesis, un GIE provoca comunión de catedráticos para repensar, entre otras,
las fórmulas de aprendizaje cooperativo que lleven a la construcción de
recursos compartidos y para generar procesos de evaluación vía proyectos y
cátedras integradoras.
Nadie niega que los saberes son universales, pero, así como el proceso
de asimilación de aprendizaje es muy particular de cada individuo, aunque
para ello se tome carta de propuestas colectivas de construcción de saberes,
es necesario volver a recalcar que es posible exportar la ciencia disciplinar y
contextualizarla para ofrecerla vía pensum de estudios, pero hacer lo mismo
con los métodos de aprendizaje, sus didácticas y fórmulas evaluativas, -no-.
Por tanto, paradigmas de educación del primer mundo, efectivos para ellos, no
terminan siendo oportunos para nuestros contextos, es necesario construirlos
desde nuestra experiencia, con nuestra gente y aplicándolos en nuestros
propios campus.
Una pedagogía propia, como la pedagogía de la esperanza de Freire
(1993): en la que mencionaba, que “tal vez nunca hayamos tenido en nuestra
historia una necesidad tan grande de estudiar, de enseñar, de aprender, como
hoy” (pág. 109); se viralizó y fue efectiva en nuestra América, porque fue
escrita, trabajada y sistematizada desde nosotros.
No es que neguemos la ciencia pedagógica y didáctica construida
hasta ahora y que, principalmente se ha desarrollado bajo las experiencias de
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Editorial
recursos sean de los menos actualizados.